lunes, 18 de abril de 2011

La Cena.

El miércoles de la semana pasada tuve el gusto de compartir mesa a la cena con Be y con Somófrates, bloggers extraordinares y encantadoras personas. Nos decidimos por un ruso que ni Be ni yo habíamos probado antes pero al que le teníamos ganas tanto por estética como por opciones de carta (aunque en mi caso era el Vodka lo que tenía en mente, por aquello de que no había sido de las mejores semanas que he tenido en el laboratorio).

La velada empezó con una acusación (muy justificada) de Somo respecto a mi (casi) constante negatividad en mi twitter, pero tengo que defenderme argumentando que es mi válvula de escape para no quejarme continuamente en el labo del millón de pequeñas mierdas y trabas que a la larga acaban por joderte el día al impedir que puedas organizar las cosas de una forma ni siquiera fluida. También, creo yo, aunque eso lo he ido rumiando desde entonces, tiene que ver mi implicación con mi trabajo, un defecto bastante gordo, eso de sentir responsabilidad hacia lo que uno hace para ganarse la nómina y eso, no me cabe duda.

Cuando llegó Be, secuestrada vilmente por su trabajo en el Mal, nos pusimos a charlar animadamente, con las bebidas: Bloody Mary para Be ("A esto le han echado el zumo de tomate justo para que tenga color.") y Gimlet para mí y para Somo ("Esto huele a Nenuco."), que se fió de mi criterio (insensato...).
Gráfico demostrativo de las condiciones iniciales (si, lo de Be es una camiseta de Green Lantern, así es de guay ella, que trabaja para el Mal y le dejan llevarlas; yo llevo gafas y el ceño marcado, cosas de la miopía; las copas son el Bloody Mary de la muerte, apréciese la ramita de apio, y los Gimlet de Chanel nº5). Visión del autor (si, no valgo para dibujar, así que ahorráoslo).

Dejando de lado mis gilichorradas del laboratorio, sin mayor interés, se nos fue la noche en conversación sobre cine soviético (por el lugar y como recomendación para forjar el espíritu les referí a Stalker y, sobre todo, Solaris, que dejó alucinando a Somo cuando le conté lo del plano secuencia de coche rodado en las autopistas de Tokio para justificar gastos), el atuendo de dominatrix (sic) de Be en el trabajo y la anécdota del Pollito de California de Somo (o cómo el Gran Electricista descubrió que en Europa el cable marrón es el de tierra).
Adentrados en la velada y ligeramente perjudicados (aparentemente, Be hizo malabares con los pechos mientras Somo sufría de ergotismo o fuego de San Juan por el pan de centeno y a mí me eran revelados los Misterios de Eleusis). Visión del autor (Nota: el autor no está demasiado seguro de que sea un visión fidedigna).

Adentrados en la noche y degustando los blinis con fruición (surgió por ahí mi explicación sobre el Ergotismo, el cornezuelo del centeno, el LSD, los Misterios de Eleusis y los medicamentos contra las migrañas; por cierto, chicos, recordadme que otro día os cuente sobre el programa MK Ultra, Sandoz, Eli Lilly, la CIA y su programa de Control Mental), escuchamos alguna cosa de los vecinos del otro lado del salon (que parecían formar un grupo de profesionales liberales de esos; o séa, artistas o gente dedicada a esas cosas). Más o menos fue entonces cuando tuvo lugar uno de los momentos álgidos, el comentario de una de las chicas que vino a ser (registrado hábilmente sobre el papel):
"Ladran luego cabalgamos. Tiene que ver con la caza del zorro. O sea, cuando la gente se montaba para ir a cazar al zorro, los perros salían ladrando y de ahí viene."
En ese momento, claro, Be, Somo y yo nos miramos porque sabíamos que eran nuestro deber registrarlo. Debe de ser, sin ninguna duda, la chorrada más gorda que he escuchado en toda la semana y en el mes y aún en lo que llevamos de año, por lo menos en vivo. Por cierto, para los que no lo sepáis, es una cita apócrifa de el Quijote, así que la chica no sabe ni el origen popular, aunque incorrecto (obviamente, el poema de Goethe no tiene nada que ver).

De todos modos, una de las mejores de la noche vino por parte del que escribe hacia el final de la cena, con los postres y la discusión de cómo el panorama de la soltería adelgaza para desventaja de dos casaderos de tanto encanto y recursos como Somo y yo.
Somófrates: Están empezando a parir todas.
Illuminatus: Es muy fácil: mata a las crías.

Creo que, esencialmente, ese fue el remate de una de las mejores experiencias de año por la que sólo puedo estarles agradecidos a ambos dos comensales y esperar que se repita pronto prontito (porque, por mucho que me queje, estas son las cosas que hacen que merezca la pena vivir la vida). Ah, y quiero invitarles a que dejen por aquí sus propias observaciones, por aquello de que la memoria es parcial (y yo tengo una laguna entre las 19:30 del viernes pasado y las 2:00 del sábado que se expande hacia ambos lados, temporalmente hablando; bendito Gimlet).

martes, 5 de abril de 2011

El Coste del Menú.

En el último mes he estado revisando algunos apuntes que tenía guardados para ver si descartaba o no. Al final he guardado más de lo que quería pero siempre le encuentras algún argumento de esos de "Es que a lo mejor me vendría bien en algún momento." y esas cosas. A raíz de otras historias en paralelo, como una discusión por twitter sobre los transgénicos y una entrada en Mondo Medico sobre el vegetarianismo, se me ocurrió que habría que prestar atención a una cuestión más seria y que está detrás del tema de la alimentación y que es el Coste del Menú pero su coste real en términos sociales.
De forma sistemática:
-Tema transgénicos: los riesos de los transgénicos en términos ecológicos no se han probado de una forma consistente. Los estudios en un sentido o en otro son abundantes y parece no hay una solidez que decante el tema a favor de una u otra postura, por lo que la influencia en el entorno natural no es algo que esté completamente descartado. Los riesgos directos del DNA de plantas o animales para los humanos en la ingesta, por otra parte, han sido rebatidos (la mayoría de publicaciones en este sentido señalan que el DNA transgénico, como el resto del DNA, es digerido y pierde su "identidad", aunque no tengo información sobre si lo mismo ocurre con proteínas de este origen (que podrían actuar como antígenos y alergenos, por tanto).
En cuanto a la posible acumulación de toxina Bt (del Bacillus thuringensis, se emplea como transgén para generar un inhibidor de proteasas contra insectos, especialmente en maíz) en la cadena alimenticia no he encontrado datos suficientes al respecto. Sería, ciertamente, una cuestión digna de estudio.
Lo que si puede considerarse como parte del coste de los transgénicos es el efecto socioeconómico: los transgénicos tienen una serie de ventajas en cuanto a la productividad pero a) tienen un coste mayor y generan una asimetría con los agricultores de páises donde no se los pueden permitir (lo que, por otra parte, perpetúa las subvenciones en el primer mundo que abaratan sus precios en mercado y hunden a los productores locales de esos paises subdesarrollados); b) están sometidos a patentes biológicas, una aberración donde las haya, que luego da problemas cuando cultivos vecinos desarrollan la misma ventaja que el producto patentado; y c) traen de la mano problemas ambientales serios derivados. Este punto es especialmente interesante porque la mayoría de los transgénicos más populares se han diseñado con vistas a la resistencia a herbicidas, así que si se une a la tradicional precisión del personal cualificado agrario... Exacto, habría como para hacer un estudio al respecto.
Por cierto, ¿sabéis lo que son los genes terminator? Algunas compañías encontraron muy divertido el meter un gen que convertía las plantas producidas por sus semillas transgénicas en estériles. Por aquello de que los agricultores tuviesen que volver a comprarles año tras año. Está muy bien si vives en el primer mundo, con agricultura subvencionada, pero ¿qué pasaría en un entorno de agricultores del tercer mundo? Porque todos sabemos cómo va esto: "La primera gratis, porque me caes bien...".

-Tema animales: esto también merecería un estudio de viabilidad ambiental, sobre todo en relación al consumo real de productos animales y cuánto se desperdicia, porque se desperdicia muchísimo, lo que es un resultado de que la carne es un producto animal perecedero a corto plazo, por lo menos si no se quiere invitar a la Salmonella y otros amiguitos del mundo microbiano. Es bien sabido que la mayoría de carnes pueden procesarse por salazón y otros procedimientos para obtener formas que se conserven a largo plazo pero no es lo que se suele hacer más habitualmente en las casas de hoy.
El impacto ambiental del ganado es conocido. El mejor ejemplo es el del ganado porcino y sus purines, su orina rica en formas agresivas del nitrógeno. Con las grandes extensiones de pasto para el vacuno tenemos problemas de desertificación a medio plazo, ya que las herbáceas no pueden sostener bien el terreno y la depredación por los herbívoros tiende a reducir su consistencia.

-Tema agricultura tal cual: ¿sabéis que las alcachofas son cultivadas de forma vegetativa (por "esquejes") para que no se interfecunden? ¿Sabéis que con las remolachas hay que hacer cosa similar? La mayoría de las plantas de consumo humano han sido domesticadas a lo largo de varios miles de años pero algunas de ellas sólo desde tiempos recientes (la alcachofa sólo se documenta a partir del Renacimiento, cuando los horticultores italianos logran obtener variedades aceptables para el gusto europeo y sin los pelos y tricomas tan desagradables y ásperos que suelen tener los pétalos (la parte carnosa que se come) de las variedades obtenidas por cruce (por cierto, eso explica cómo es una de las pocas plantas de consumo humano que sólo aparecen en la iconografía pictórica y escultórica a partir de esta época) y eso obliga a cultivarlas de forma especial y específica, con unos requerimientos estrictos.
El problema es que las explotaciones agrícolas a gran escala están organizadas con vista a simplificar todo de formas que, en muchas ocasiones, son contraproducentes para el entorno. Las grandes explotaciones de cereales, ideales para la recolección mediante maquinaria, agotan el nitrógeno de los suelos en que se efectúan y dejan un terreno en el que la falta de raíces fuertes vuelve a dar problemas de consistencia (inundaciones con corrimiento de tierras, pérdida del manto de humus). El maíz requiere demasiada agua para según que climas... Ya cogéis la idea: la falta de variedad en las especies que ocupan un suelo resulta en un consumo de ciertos recursos y nutrientes que requieren de un aporte externo (abonos) o de un largo tiempo de regeneración por la microfauna y microflora del entorno. Además, el uso de abonos genera, a la larga, problemas de desequilibrio de ciertos iones y lo que son problemas de salinidad.
Ni siquiera me voy a adentrar en los detalles sobre lo que todo lo que las técnicas agrarias conllevan respecto al entorno microbiano.

Si habéis llegado hasta aquí, a lo mejor lo que encontráis es un patrón común a todo esto. Ese patrón común es lo que se llama explotación intensiva: un latifundio agrario monocultivo o una granja ganadera intensiva son expresiones de ese mismo concepto, un concepto aborrecible porque tiene unas consecuencias ambientales severas al generar auténticos ecosistemas de unas dimensiones enormes en las que la naturaleza no puede operar al mismo ritmo que en el entorno silvestre por la actividad humana. Los humanos, para bien y para mal, interferimos con los procesos naturales y eso tiene un coste. El coste de estas explotaciones, a las que se ha trasladado la mentalidad industrial, es especialmente severo por la dificultad de integrarlas en el entorno natural de forma armoniosa y que se sostengan sin tomar medidas que hagan que la situación ambiental degenere aún más.
El mayor problema de estas explotaciones es, precisamente, su homogeneidad, que las hace especialmente vulnerables a enfermedades y plagas (pensad en las granjas británicas afectadas por fiebre aftosa hace unos años, por ejemplo) o que hacen que agoten rápidamente los recursos (lo que antes indiqué sobre el nitrógeno en los suelos de las grandes explotaciones cerealistas). Además de eso, tenemos el problema logístico, es decir, todo el ahorro que se consigue al poder cosechar u ordeñar de forma sistemática y organizada se pierde al tener que trasladar los productos agrícolas hasta los emplazamientos de procesamiento o de consumo y el empleo de técnicas costosas de refrigeración y conservación (¿fresas en invierno? No se paga lo que valen).
La alternativa, lógicamente, es la de organizar explotaciones extensivas, en las que se obtengan los diferentes productos de una forma menos especializada pero también más integrada con el entorno, formando "ecosistemas agrarios" con mayor biodiversidad y que se integren mejor (con cultivos de fabáceas junto a cultivos de cereales, por ejemplo; planteando una organización más interesante y consistente de las parcelas de cultivo). Esto, a la larga, genera una idea de "islas" de producción que permitan un acceso más fácil a los productos desde los puntos de procesamiento y consumo (y encajaría con las ideas de los huertos urbanos si en algún momento se redujesen los problemas de contaminación en según qué ciudades como para hacerlos seguros para consumo humano). Esta idea de descentralización de la producción puede resultar, a primera vista, poco practicable pero creo que es, a largo plazo, la única que permitirá afrontar el futuro con un equilibrio ambiental que garantice satisfacer las necesidades humanas.