lunes, 31 de enero de 2011

Presidente por un Día.

El otro día comentaba en mi última entrada Min que si me presentase a presidente votaría por mí. Grave error. Para empezar no querría yo y, además, no aguantaría la responsabilidad sobre tantas personas, cada una con sus propias opiniones. ¿Por qué no le convendría al país mi liderazgo? Daré unos cuantos motivos, creo que bastante objetivos, al respecto:

-Planes: ¿os acordáis de la carpeta azul de Aznar? (carpeta azul que aún me imagino como la típica de cartulina de los jubilados). En el momento en que llegase al puesto, llegaría con un archivador bajo el brazo lleno de planes de contingencia. No hablo sólo de los planes de desarrollo de una plataforma política, propiamente, no; hablo de planes para cubrir eventualidades de las gordas y que, en la mayoría de los casos dejarían lo de los controladores como una fría y aburrida tarde de domingo en invierno.

-Misantropía: uno de los mayores fallos de la mayoría de corrientes políticas tal cual planteadas es que parte de conceptos erróneos tales como que las personas son buenas por naturaleza o que las personas son racionales. No es mi caso: creo que la mayoría de las personas son estúpidas, mezquinas y egoístas y que lo contrario es sólo prueba de que algunas se esfuerzan por superarlo. Eso hace que sienta un cierto desprecio por la gente, sobre todo en sentido de masa, que es cuando la estupidez alcanza sus mayores cotas (y si no véase lo de "el pueblo contra Vigalondo" del último fin de semana) y muy probablemente actuaría de forma especialmente manipuladora, despiadada e incluso autocrática.
Claro, ni os queráis imaginar lo que podría ser uno de mis Lunes (mayúsculas justificadas) para el país.

-Paranoia: lo he reconocido muchas veces antes y lo haré muchas otras; una de las características de mi personalidad es que me cuesta confiar en los demás y considero que todo el mundo que me rodea es una amenaza potencial en mayor o menor grado. Si juntamos eso con lo de los planes que indicaba más arriba, lo más probable es que en el conjunto de mis planes de contigencia viniesen incluidos varios para anticiparme a los enemigos internos y externos. Imaginad la Operación Valkiria pero con un grado superior de contundencia y medidas para evitar contraordenes. Lo más probable es que, en algún momento, la cosa resultase en un(as cuantas) purga(s) y/o algun conflicto diplomático peliagudo si no alguna guerra directamente.

-Deberes Cívicos: creo que el ciudadano debe ser ciudadano y lo mismo que recibe unos derechos debe cumplir unos deberes. Lo más evidente es lo de los impuestos, algo que aquí se lleva mal y parece que el que pague lo que debe es tonto. Las consecuencias para los defraudadores serían draconianas. Igualmente, creo que la participación ciudadana en la legislación y en la gestión del país debe ser un deber y que debe empezar por lo más cercano: los ciudadanos deben implicarse en cómo se gobiernan sus vecindades y responsabilizarse de ello. Así que sería obligatorio. Una democracia sin ciudadanía es una mierda.

-Tierra Quemada: no creo en dejar a mis adversarios terreno. No creo en negociar con extorsionistas, chantajistas ni terroristas. No creo en ceder ante gente que emplea la amenaza de la fuerza. No dejaría a mi enemigo nada que le aprovechase y buscaría cualquier medio para asegurarme de que cualquier cosa que pudiese obtener, a medio plazo, estuviese envenenada. Una pena de todos los que arrastrase conmigo...

Y de momento esas son las que se me ocurren pero a lo mejor no soy tan malo: prohibiría la música latina (esa invención inidentificable y ficticia de los Stefan y su claque de Miami, no la música con denominación de origen). Juzgad vosotros.

lunes, 24 de enero de 2011

Apolíticos.

En la última semana, en lo que todavía viene siendo el proceso de integración en el labo, he ido teniendo oportunidad de conocer más a mis compañeros, lo que vienen siendo los becarios. Y digo conocer más y no mejor porque, en realidad, salvo por lo profesional y por una relación amistosa sin llegar a más, tampoco es que tenga mucho interés. Me temo que pertenecen, mayoritariamente, a esa cohorte de población que se aplica, deliberadamente o no, la puta etiqueta de los cojones: los apolíticos.

Desde hace mucho, aborrezco a la gente que hace las generalizaciones sobre la política y los políticos con el trazo gordo y basto del cateto que no ha visto el mundo más que por un agujerito lleno de mierda, especialmente cuando esa gente ha pasado por la universidad. Aborrezco esa puta retórica de mierda que generaliza porque, en el fondo, tenemos los políticos que nos merecemos. Somos nosotros quienes dejamos o no a unos u otros en el puesto, quienes toleramos que el gobierno sea el gobierno acatando ésta o aquella norma o ley. La sociedad y los órganos de gobierno son consensos, no realidades inmutables y dependen de la aceptación por los ciudadanos.

La pasividad de los mismos apolíticos que protestan, se quejan y lanzan con cinismo comentarios sobre la integridad moral de estos o aquellos me revuelve porque, sencillamente, en esa misma pasividad tampoco están dispuestos a hacer nada. Estos individuos se quedan en el mismo bipartidismo ficticio de siempre porque para qué votar a un tercer partido, el que sea, no vayan a "desperdiciar su voto". No están dispuestos a movilizarse y formar un partido con otros, no quieren nada más que recibirlo todo hecho. Pero claro, la culpa es de los políticos, que están ahí puestos por los extraterrestres, parece ser.

Se puede estar implicado en política votando o no votando, eligiendo un partido distinto cada vez o eligiendo no votar o votar en blanco pero hace falta hacerlo de forma concienciada y convencida, no siguiendo esa misma jodida retórica de mierda, colocada por los liberales neocons, claro, de que los gobiernos, al final, no son necesarios. Es decir, que mande el dinero. Se acepta una puta mentalidad de la Edad Media, de siervos de la gleba, porque, al final, en lo que consistió el siglo XIX fue el afianzamiento de la soberanía popular, un hecho "trivial" del que nos olvidamos ahora, cuando los mercados, esos nuevos dioses ciegos y estúpidos, destruyen a su paso para provecho de los flautistas ciegos que tocan a su alrededor.*

Falta cultura democrática en España, mucha, sobre todo cuando es en este momento cuando se ve que ninguno de los dos grandes partidos aporta un cabeza de lista/candidato a la presidencia de gobierno que invoque algo que no sea tedio o recelo. Como leí hace un tiempo, el problema de la gente que no se interesa por la política es que la deja en manos de la gente que si se interesa por ella.

Cada puto día estoy más convencido de que vivimos en el mundo surgido de una versión capitalista de 1.984.

*Metáfora deliberadamente tomada de H.P. Lovecraft.

lunes, 10 de enero de 2011

Worf y el arquetipo en Star Trek.

Ya me vale tomármelo con tanta calma y escribir una columna sobre Star Trek pero vaya, el blog es mío y me lo follo como quiero. El caso es que últimamente me ha dado por terminarme ST: Deep Space 9 (en adelante DS9) la mejor de las series de la franquicia (después estaría ST: the Next Generation, en adelante TNG, pero es sólo mi opinión y está sesgada por mi preferencia por los arcos argumentales largos). Sé que esta columna no interesará a los más profanos pero me gustaría que encontrasen por lo menos un ligero interés para adentrarse en el mundillo con calma y poco a poco.

Worf, hijo de Mogh, empezó como un personaje menor dentro de ST:TNG. La concepción inicial de la secuela de Star Trek orientaba al Enterprise como una especie de metáfora familiar donde cada personaje principal tenía un arquetipo asociado, de modo que el capitán Picard (best captain ever, no discussion) era el padre, la doctora Crusher (hmmmmm, redheaaaaadssssss) era la madre (MILFtástica, claro) y el resto de los tripulantes venían a ser los hijos, dentro de una especie de jerarquía que podría discutirse si incluía necesidades especiales. La idea del Enterprise como una especie de culebrón familiar, por tanto, no es ningún descubrimiento y los arcos de los personajes en TNG, bastante tenues, marcaban el reparto de los argumentos episódicos, algo que ni siquiera la muerte de Gene Rodenberry cambió, a pesar de que la serie cogió más vuelo y se volvió más profunda en términos político-estratégicos in universe.
Dentro del marco familiar, como digo, Worf era el chaval adoptado de ambiente marginal. Ser el único Klingon en la Flota Estelar marcaba el tono: el público estaba acostumbrado a que los Klingon, una especie de hunos galácticos, fuesen el enemigo y aquí había uno que era parte de la tripulación-familia (y por la época como meter un soviético en un submarino americano). La historia de Worf venía a ser que sus padres naturales habían muerto en un ataque romulano sobre la colonia en que vivían, Khitomer, algo que cambió el equilibrio de poder entre el la Federación, el Imperio Klingon y el Imperio Romulano, llegando a una alianza entre los dos primeros. Worf había sido adoptado por un suboficial de la Flota Estelar que formó parte de la tripulación de una de las naves que acudieron a ayudar a los supervivientes del ataque.
Worf creció en el entorno de su familia adoptiva, aunque cuando tuvo edad suficiente también viajó a Q'uonos (pronúnciese Cronos) y conoció a sus familiares lejanos, optó por graduarse como oficial de la Flota Estelar. Atípico como poco.
Worf, a lo largo de TNG y después en DS9, demuestra que es un arquetipo auténtico de mestizo atrapado entre dos mundos canónico, aún siendo totalmente Klingon. Worf es la demostración de los efectos de la educación sobre la genética desde el mismo momento en que, aunque asume como suyos los valores Klingon y se precia de ser un guerrero en la tradición de su especie, no acaba de encajar del todo dentro de la sociedad Klingon. No obstante, esto se debe a que manifiesta una idealizacion del mismo concepto de lo que es ser Klingon. Repetidamente, como adversarios o como aliados, Worf se encuentra con Klingons que no alcanzan el estándar de honorabilidad, valor o cualesquiera otros valores que dan forma al Klingon ideal. Worf, extrañado en su etapa infantil y juvenil de su familia y su sociedad natal, demuestra estar desconectado de la realidad Klingon.
En ese sentido, Worf es un conducto para negar, hasta cierto punto, la objeción clásica de la uniformidad arquetípica de las especies aliens en ST (por lo menos en lo personal, si no en la forma humanoide pseudomamífera). Worf es el punto de contacto real del espectador con otra sociedad aparte de la Federación y en la que se demuestra la variedad entre individuos de una misma especie. Mediante Worf llegamos a apreciar las sutilezas en la sociedad y como el patrón ideal de lo que es ser Klingon, si alguna vez llegó a cumplirse, ha entrado en decadencia, arrastrado por intrigas y pequeñas mezquindades que son igual de comunes en las demás especies (incluida la beatífica Federación). Si esto no se aprecia de igual modo entre los romulanos o los cardasianos, por poner ejemplos de antagonistas habituales de la serie, es porque el contacto dentro de sus sociedades está más restringido en cantidad y calidad (hasta la fecha no ha habido protagonistas regulares que mostrasen el funcionamiento interno de ambas sociedades).

Por otra parte, Worf como personaje ofrece un arquetipo que resulta también interesante. Su actitud de rectitud y virtud marcial (bastante más zen y un tanto despegada del mongolismo, en sentido estricto, de los Klingon como guerreros) hace que Worf sea el miembro más solitario de la familia del Enterprise (excepción hecha de Data, que como androide carece de sentimientos, directamente). Ese distanciamiento respecto a todos los demás también es el que le deja parcialmente cojo en sus relaciones sociales: la torpeza de Worf en el terreno de la amistad, las convenciones sociales y las sutilezas del cortejo amoroso (aún sus ideas respecto al amor y el sexo hacen de él un cierto reflejo del caballero artúrico).
Worf vive, ante todo y sobre todo, basando su conducta en unos valores marciales cercanos a lo que vendría a ser el Bushidô o el código de caballería. Su relación con una auténtica mujer medio Klingon-medio humana, K'Elheyr sirve para plantear el conflicto entre esas aspiraciones (su deseo de casarse con ella) y la realidad (una moral sexual imperante en la Federación de lejos más abierta que la presente, aunque nunca se haya comentado muy explícitamente salvo en lo concerniente al planeta de vacaciones Risa). El hijo que surgiría de un reencuentro entre ambos y que crecería sus primeros años sin contacto con su padre regenerará el ciclo del mestizo por otros motivos y volverá a llevar al personaje al entorno familiar dentro del Enterprise para tocar el tema de las responsabilidades y, de hecho, los mismos conflictos a los que se enfrentó el propio Worf en su infancia y juventud.
A la vez, y como reacción al mismo conflicto entre el idea de lo que es ser Klingon y la realidad pero en el sentido opuesto, es el propio Worf el que pasa a demostrar la mayoría de las veces lo que supone dar la talla en honor, valor, disciplina y lealtad. Es él el que demuestra estar por encima, en valores, de la mayoría de los demás Klingon cuando llega la hora de la verdad, si bien, insisto, su aceptación de un modelo ideal de Klingon coarta el obvio disfrute de la vida que si muestran los demás Klingon llegando al entusiasmo temerario.

sábado, 1 de enero de 2011

Nuevo Año.

Estoy últimamente metido en cosas y me da una pereza inmensa ponerme a escribir, sobre todo porque empiezo a trabajar el lunes (beca predoc). Ya me animaré. De momento, dejadme desearos a todos un buen año 2011.

Feliz Año 2011.