domingo, 29 de noviembre de 2009

Celebración.

Un año más. Si no lo pienso, no se me hace duro. Claro que la semana anterior me subí por las paredes, estaba de mal humor y me molestaba todo... y a lo mejor es que ya lo he pasado. El Sábado de la semana pasada, como todos los años, celebré mi cumpleaños con una comida en casa. Este año éramos 14, unos cuantos menos que el anterior, y la verdad es que ha sido una de las mejores ocasiones que recuerdo. Es probable que la mierda de año que he tenido haya contribuido a que tener un día que compartir con mis mejores amigos con buena comida y en buen ambiente haya resultado algo merecedor de un buen recuerdo.
No puede decirse que no me lo haya trabajado, porque me quedé la noche anterior hasta las dos preparando comida y el día siguiente, unas dos horas antes de que llegaran mis invitados, hubo un momento de crisis y pánico. Todo salió bien, por suerte. Los ravioli quedaron un poco rústicos pero sabrosos y el asado estaba en su punto.
Este tipo de días son los que te recuerdan qué es lo que merece la pena en la vida.

Poco más o menos como ésto:


A media semana, más.

domingo, 22 de noviembre de 2009

La Movida.

Inauguro una nueva sección con muy mala idea. La portada del disco va en serio.
Soy una de esas personas que le tiene asco a la Movida. No sé si somos muchos o pocos ni me importa. La Movida me da asco, me parece aborrecible. La cosa podría tener una interpretación freudiana, porque mi madre era joven por entonces y podría ser un signo de confrontación generacional, por aquello de marcar mi personalidad y todo eso pero no. Mis motivos son subjetivos pero conscientes.

La Movida fue una tormenta en un vaso de agua. Ha habido un buen montón de interesados que han estado perdiendo el culo fomentando la nostalgia de aquella época, poniéndola como si hubiese sido el germen de la cultura de los siguientes veinte años y hagiografiando a unos artistas que no dejaban de ser humanos y que, por muy bien que cantasen, escribiesen o componieran (lo que es más cuestionable, por otra parte), hoy serían lapidados en los medios por la vida que llevaban y las cosas que se introducían en el cuerpo por vías diversas. Si, explosión de libertad y lo que os dé la gana y os salga de los cojones o los ovarios pero eso no quiere decir nada. Salvo aquellos que tuvieron la decencia de morir con las botas (y la aguja) puestas, la mayoría se reconvirtieron en pequeños burgueses de uno u otro signo y su pequeña revolución cultural, su gigantesca borrachera y sus excesos, sólo dejaron una resaca de la que aún pagamos las consecuencias en la música y el cine, sobre todo.

Pero claro, ahí están esos pequeños burgueses que aún nos recuerdan que estuvieron allí para intentar convencerse a sí mismo de que no se han convertido en lo que aborrecían tan profundamente (sus propios padres), sacándonos los revivals de éste y aquel grupo, los ciclos de éste y aquel cine. Todo muy profundo y muy emotivo y muy hermoso, sobre todo si el protagonista del acto genera compasión por ver en qué se ha convertido después de lo que fue, recordando que los excesos se pagan y que, chico, mejor él que tú. Schadenfreude a mogollón.
No hablemos ya de si el homenajeado fue realmente bueno, si captó a generaciones posteriores convirtiéndose en un clásico cuyas obras fueron seguidas mucho tiempo después de su creación original, porque entonces la cosa llegará al paroxismo. Añadamos entonces una defunción en la que todos los concienciados parezcan haberse convencido a sí mismos de que no podía ocurrir tan pronto, por más que resultase previsible cuando el peso del difunto fuese el de una niña y sus facciones recordasen más a uno de los documentales de George Romero que al anuncio de un balneario. Es lógico: las adicciones a los opiáceos son un hobby cualquiera.
Si más de uno de los que ha palmado se llamase Winehouse o Doherty, seguro que no hubiese habido tanto drama.

Y lo que es más: se permiten ir luego dando lecciones morales. No hace falta que repasemos a todos los difuntos o los adictos porque entre los que parece que evitaron los vicios autodestructivos, ya que no los caros, según parece, se hallan algunos seres que, de mear sobre el público en sus conciertos a lo Punk terminal, hoy pretenden ser referentes de autoridad moral en la lucha contra los cánceres de la sociedad, entre los que figura, según ellos, el latrocinio de bienes cargados con una plusvalía abusiva. Me refiero a Friedchicken, por supuesto, hijo intelectual (es un decir, claro) de Al Capone.
Friedchicken, claro, es sólo un síntoma de en lo que se hubieran convertido la mayoría de ellos si se hubieran aburguesado por un poco de cobardía, sentido común o lo que sea que hace que la gente renuncie al estúpido hábito de matarse a sí misma de forma lenta (por oposición a hacerlo como Larra, que, aunque su motivo fue estúpido, tuvo los cojones de colocarse una bala en medio del melón). Supongo que al menos es afortunado que muchos conservaran su dignidad y supieran palmarla a tiempo porque con los que nos han quedado ya vamos sobrados.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Become a Drunkard in Style (I).

En el último año hemos tenido, entre las excusas habituales que los canales de televisión llaman servicios informativos y que colocan entre anuncios y publicidad diversa, la crisis del botellón y la indisciplina, fruto, como ya sabemos todos, de que los padres no tienen el sentido de la responsabilidad y el valor necesario para asumir que tener hijos también es decir que no y educarles para que crezcan y se conviertan en personas y que eso es una cuestión activa y en la que los hijos también pueden convertirse en un problema más además de los del trabajo y la pareja y demás.

El caso es que una de las cosas que con el tiempo he ido viendo es que, hasta en la bebida, como en todo, en realidad, la masa no tiene criterio o cosa que se le parezca. Cualquiera sabe que lo más consumido por ahí suele ser el kalimotxo, el malibú con piña y otras mezclas no más complejas que A+B y en las que lo que se busca es demostrar la hombría de coger un buen pedo con algo dulzón en lo que el sabor del alcohol no destaque. Claro, la gente siempre argumenta que el botellón es algo social y lo que te cobran por una bebida aguada porque lo que es por la capacidad para distinguir de los conoisseurs locales, no va a ser, precisamente. El talento de la mayoría para la degustación de los alcoholes es más bien limitado y si se creen que un DYC es igual que un Jameson, van de culo.
Pero obviemos que el hecho objetivo es que la mayoría de los jóvenes beben para chuzarse. El uso y toma de alcohol, en el fondo, no deja muchas opciones, ¿no?, y cualquier otro argumento es porque al personal le gusta buscar un modo de distinguirse por esnob que sea. Lo admito, mi conocimiento vinícola es muy limitado y, salvo aquello que ya he probado, no puedo distinguir una región geográfica de otra, no hablemos ya de añadas, pero hay una diferencia bastante gorda entre un vino de tetra brik de cierta marca conocida (que no de prestigio) y un vino decente, no necesariamente caro, con su trabajo de bodega detrás, mimado y bien tratado.
Precisamente, de la misma forma que un buen plato cocinado con atención y detalle marca un estilo, se puede beber sin caer en la vulgaridad y la ordinariez y, a la vez, sin llegar al esnobismo más estúpido y pretencioso. Por tanto, para aquellos que deseen marcar la diferencia o aprender a beber con sensatez y con estilo (y porque no me fío completamente de alguien que sea completamente abstemio) hoy me propongo instruir en la preparación de combinados (o cóceteles).

Instrumental:
cualquier aficionado a la coctelería debe disponer, como mínimo, de lo siguiente:
-Coctelera de acero inoxidable (sirve también la modelo Boston que es la que se cierra con la siguiente pieza en vez de con el colador de acero tradicional) .
-Vaso mezclador (de vidrio y, normalmente, escala de medidas).
-"Dedal" de medidas.
-Cuchara larga.
-Colador de muelle.
-Vasos largos, cortos y copas de cóctel y de champán.
Opcionalmente, debe disponerse de batidora de pie y de licuadora.

Técnica:
la coctelera debe usarse, siempre, cogida a la altura de los hombros, con la mano izquierda (para un diestro) envolviendo la parte inferior de la misma y la mano derecha con el pulgar cerrando el tapón de la tapa y asegurando que queda sellada para que, al agitar con energía, no salgan disparados los fluidos (mira, justo al contrario que en una película porno).
En caso de emplear el vaso mezclador con la cuchara, debe removerse con calma y evitando machacar el hielo, lo que aguaría la bebida en exceso.
El colador de muelle debe emplearse siempre con el muelle hacia el interior para capturar aquellas semillas, trozos de pulpa u otras partículas que no deseemos en el combinado.

Recetas:
Para hoy he elegido cuatro recetas fundamentales para mí, tres clásicas, que pueden contemplarse a la hora del aperitivo o antes de la cena, y una algo más novedosa, que puede encajar en casi cualquier franja horaria.
Indico partes para que cada uno ajuste según la escala del número de copas a preparar.

Manhattan:
-2 partes de Whisky canadiense.
-1 parte de vermouth rojo (seco o dulce).
-1 golpe de angostura.
Prepárese en coctelera con todos los ingredientes y tres o cuatro cubos de hielo. Servir en copa de cóctel con una cereza al marrasquino o con piel de naranja.
Es una bebida sobria (valga el contrasentido), elegante, en la que se puede apreciar el alcohol sin que ahogue los sabores. Una bebida flexible y apta para cualquiera.

Dry Martini:
-4 o 5 partes de ginebra o vodka.
-1 parte de vermouth seco.
Preparado en coctelera (más seco) o en vaso mezclador (más aguado). Sírvase en copa de cóctel con una cebollita o una aceituna pinchada en un palillo (o piel de limón).
La bebida de James Bond (agitado, no mezclado). Una bebida de hombres (y mujeres) de verdad, no de nenas: seco y equilibrado, prácticamente perfecto y con su propia rama de estudios y derivados (muchos bastante indignos, como el de manzana). El vermouth cataliza la ginebra (o el vodka) y sube como un puñetazo a la mandíbula.

Gimlet:
-2 partes de ginebra (o vodka).
-1 parte de cordial de lima.
Mezclar en coctelera y servir en vaso corto (tumbler, en inglés).
El Gimlet es una receta versatil, apetecible antes de la comida. Se emplea cordial de lima mejor que el zumo ya que incorpora el sirope de azúcar y ayuda a equilibrar el alcohol sin ocultar nada. La bebida de Marlowe en the Long Goodbye.

Mexicola:
-Mitad, o más, de tequila, mejor añejado.
-Mitad, o menos, de cordial de lima.
-Coca-cola (mejor que Pepsi).
En vaso corto con hielo, se añade el tequila y el cordial hasta la mitad del mismo y después se llena con la bebida de cola.
Es una receta que se puede tomar a cualquier hora. El sabor del agave azul se combina muy bien con la lima y los aromas de la cola.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Lo que me gusta en las mujeres.

Una de las cosas de que me he dado cuenta en estas semanas que llevo en el master es que mis prioridades han quedado reordenadas de forma involuntaria. Es normal que haya supeditado casi todo a sacarme el título pero sólo una consecuencia de mi intención de conseguirme un empleo decente: eso es lo que verdaderamente importa en este momento, como un medio para el fin de tener mi propia fuente de ingresos, nuevamente. De rebote, toda otra serie de cosas han quedado aparcadas. porque no tienen el mismo peso pero hasta a mí mismo me ha sorprendido un poco el haber pasado de las tías.
En realidad es una actitud de ir a mi bola sin que me importe el tema de buscar pareja. Normalmente, uno intenta mantenerse abierto a lo que pueda venir, mantiene los ojos abiertos y estudia sus posibilidades. Si lo pienso un poco más, la verdad es que es un efecto ampliado de mi actitud social (o más bien antisocial): siempre he tenido un aprensión un tanto paranoide a tratar con gente nueva y a integrarme. Cosas de hijo único, supongo. Ahora, la verdad, me da lo mismo todo. Con lo de culo que empezó el año y las gilipolleces que tuve que aguantar en su momento, me importa tres cojones lo que piensen digan o hagan los demás. Cometí el error de dejar de pensar que mi vida es mía y eso no quiero repetirlo.
Colateralmente, me ha dado por reflexionar que mis criterios con las mujeres ha cambiado con la edad. Será lo de madurar, o eso dicen. No me interesan las mismas cosas y no tengo los mismos márgenes de tolerancia que tenía tiempo atrás.
En general, me siento más descreído y cínico con todo pero la culpa es de la realidad, que acabó con el idealista que llevaba dentro.
Si lo pienso un poco, tampoco es que la situación sea tan mala porque mi historial no es que sea lamentable, es que es catastrófico. No catastrófico en plan "inundación y riadas" sino catastrófico en plan "asteroide sobre la Tierra e invierno nuclear". Aún no sé por qué no me convertí en un misógino, como algún amigo mío, y si eso dice algo sobre cúanto creo en la humanidad, o las personas, por lo menos, pero entre las ruinas del desastre reconstruí algo parecido a una esperanza.
De todo ello sé que, al menos, he conseguido aprender algo. Hace cinco años ya, había una chica que me gustaba y que llegué a la conclusión que era el tipo de mujer por la que todo hombre con cierto contenido craneal decente debía pasar. Todavía me pregunto qué coño es lo que ví en ella. Vaya, de hecho nadie puede decirme qué coño pude ver en ella. Bueno, tampoco muchos podrán decir que la conocían antes de que fuera rubia y, desde luego, aprendí dos cosas: 1) que mi capacidad para anular el parloteo de los demás es excepcional; y 2) pasar de alguien que tiene que hablar para llenar el silencio sin decir nada consecuente.
Más recientemente lo que tuve por medio fue una demostración de hasta dónde llegan las necesidades de otros de sostener su autoestima a base de la atención de los demás. Reconoceré cualquier día de la semana que me luzco, no sé si de forma hereditaria o aprendida, en usar las técnicas de agresividad pasiva, lo que hace de mí un cabrón con pintas en más de un caso, pero la capacidad para el reproche, la exigencia y la manipulación de aquellas personas que practican el vampirismo psicológico es algo que se me escapa. Por suerte, ahora el chantajismo emocional hace que en mi cabeza empiecen a saltar las alarmas como en Chernobil en el '86.
Desde donde estoy, tampoco es que pueda lamentarme mucho. He tenido ejemplos a mi alrededor de algunas relaciones que han acabado todavía peor o, incluso, que se mantienen para incomodidad de ambos participantes y los que les rodean. Eso no quita para que piense que haber tenido a alguien a mi lado en algunos momentos difíciles, sobre todo los de este año, habría sido una influencia positiva pero eso no lo sabré.
He visto algunas chicas por ahí que tenían su gracia, una, incluso, es cuasiperfecta, salvo por el tumor de metro ochenta y cinco con ojos azules que tiene, pero en estos casos ha pesado más el aspecto personal que el aspecto físico, que ha pasado a ser un criterio eliminatorio pero no decisorio. La culpa es mía por pretender encontrar a alguien que me resulte interesante a nivel intelectual y no sólo un modo de satisfacerme sexualmente pero es que si uno tiene que atender a las minucias de las reglas sociales con otra persona, no es un buen plan escoger a alguien que comienza y termina su línea discursiva en los modelitos del homosexual misógino que esté de moda ahora en las gafas de sol o cosa parecida.

P.S.: Richard Gere ha protagonizado una película sobre un perro. ¿Alguien ha dicho carrera en vía muerta? Además, la idea es antígua como el cagar y ha tenido mejores desarrollos.



¡Emboscada!

domingo, 1 de noviembre de 2009

Buen Gusto, Ovejas y Facebook.

El fin de semana pasado estuve fuera de casa con una amiga y su novio por Madrid con el objetivo de realizar una pequeña tarea que forma parte de un proyecto personal mayor. Estuvimos hablando de muchas cosas, porque echamos casi todo el día, entre ellas una historia de hace unos cuatro años, más o menos, durante la comida por mi cumpleaños. Es una historia que tampoco me agrada demasiado pero allá cada uno con aquello a lo que se aferra y por qué.
El asunto en cuestión fue el regalo que me hizo una tercera persona, una amiga con la que entonces guardábamos una estrecha relación y que hace ya un tiempo que no vemos. El regalo no lo recuerdo ahora mismo, por motivos obvios, porque lo que lo acompañaba era [suspiro] una de éstas. El fondo común que entre varios amigos hicieron fue a parar al regalo en sí, que, repito, no identifico, y a eso. Que es de dudoso gusto está claro pero hay que añadir que tomar la decisión por su cuenta y riesgo no fue, precisamente, una mejora del tema. Además, ¿qué coño de cara tiene que poner uno ante algo así? Y más delante de amigos míos, algunos de ellos, a los que no conocía realmente. Desde luego, se lo podría haber pensado mejor. No fue un motivo concreto del distanciamiento que vivimos ahora pero resulta casi sintomático.
La verdad es que tiempo atrás me jodió bastante porque éramos muy próximos y estuvimos juntos en algunas etapas de mi vida bastante jodidas pero cuando uno hace todo lo que puede y no obtiene respuesta positiva tiene también que aprender a rendirse.
Al menos, sin embargo, puedo decir que se trataba de amistad de verdad, un valor al alza por la abundancia de falsificaciones.
El otro día, con los compañeros del Máster* hablábamos del tema de la gente que uno conocía en primero y los amigos de la facultad. En general coincidíamos en que la mayoría de amistades que uno hacía en primero estaban motivadas, entre otras cosas, por el miedo al entrar en la facultad y estar solo. La gente se unía y formaba círculos de forma un poco inconsecuente y, posteriormente, parecía que se sorprendían cuando descubrían que no se aguantaban o que esos amigos que tenían no lo eran tanto. A todos nos habrá pasado, por lo menos con una persona. A mí, en ese sentido, mi asocialidad me ha salvado de sufrir estos casos, si no en calidad, por lo menos en cantidad.
Con todo eso de las redes sociales, Facebook y MySpace, sobre todo, parece, además, que la amistad es un valor que se encarece por la abundancia de falsificaciones. He recibido un par de invitaciones gente y, además de no interesarme el maldito invento, no me siento unido a esas personas. Desconozco qué es lo que pensarán por mi rechazo (aunque también desconozco si ellos lo detectan) pero tampoco me importa. Parece que ahora uno está obligado a exponerse y que los demás sigan su rastro y sepan lo que está haciendo, y eso sin inlcuir las consecuencias indeseadas de las redes de amigos y las fotos y demás (eso de que alguien ponga tu nombre en una foto que se suponía íntima). Es que es acojonante: el estado no ha tenido que montar un Gran Hermano porque son los mismos ciudadanos los que se entregan voluntariamente mediante una mezcla de exhibicionismo y chafarderismo.
En el fondo no sé si es que hay gente que está realmente tan insatisfecha (de ahí el exhibicionismo) o aburrida (idem para el cotilleo) como para buscar figurar o estar enterados de lo que hacen los demás pero a nivel social resulta preocupante que la gente pierda la perspectiva de lo que son las auténticas relaciones sociales. Y eso sin tener en cuenta los que lo utilizan para pillar cacho (los sitios de búsqueda de pareja no están en el fondo del barril, amigos) con ingeniosas técnicas. A mí, desde luego, no me pillarán con vida.

*Dos semanas y satisfecho.