sábado, 7 de noviembre de 2009

Lo que me gusta en las mujeres.

Una de las cosas de que me he dado cuenta en estas semanas que llevo en el master es que mis prioridades han quedado reordenadas de forma involuntaria. Es normal que haya supeditado casi todo a sacarme el título pero sólo una consecuencia de mi intención de conseguirme un empleo decente: eso es lo que verdaderamente importa en este momento, como un medio para el fin de tener mi propia fuente de ingresos, nuevamente. De rebote, toda otra serie de cosas han quedado aparcadas. porque no tienen el mismo peso pero hasta a mí mismo me ha sorprendido un poco el haber pasado de las tías.
En realidad es una actitud de ir a mi bola sin que me importe el tema de buscar pareja. Normalmente, uno intenta mantenerse abierto a lo que pueda venir, mantiene los ojos abiertos y estudia sus posibilidades. Si lo pienso un poco más, la verdad es que es un efecto ampliado de mi actitud social (o más bien antisocial): siempre he tenido un aprensión un tanto paranoide a tratar con gente nueva y a integrarme. Cosas de hijo único, supongo. Ahora, la verdad, me da lo mismo todo. Con lo de culo que empezó el año y las gilipolleces que tuve que aguantar en su momento, me importa tres cojones lo que piensen digan o hagan los demás. Cometí el error de dejar de pensar que mi vida es mía y eso no quiero repetirlo.
Colateralmente, me ha dado por reflexionar que mis criterios con las mujeres ha cambiado con la edad. Será lo de madurar, o eso dicen. No me interesan las mismas cosas y no tengo los mismos márgenes de tolerancia que tenía tiempo atrás.
En general, me siento más descreído y cínico con todo pero la culpa es de la realidad, que acabó con el idealista que llevaba dentro.
Si lo pienso un poco, tampoco es que la situación sea tan mala porque mi historial no es que sea lamentable, es que es catastrófico. No catastrófico en plan "inundación y riadas" sino catastrófico en plan "asteroide sobre la Tierra e invierno nuclear". Aún no sé por qué no me convertí en un misógino, como algún amigo mío, y si eso dice algo sobre cúanto creo en la humanidad, o las personas, por lo menos, pero entre las ruinas del desastre reconstruí algo parecido a una esperanza.
De todo ello sé que, al menos, he conseguido aprender algo. Hace cinco años ya, había una chica que me gustaba y que llegué a la conclusión que era el tipo de mujer por la que todo hombre con cierto contenido craneal decente debía pasar. Todavía me pregunto qué coño es lo que ví en ella. Vaya, de hecho nadie puede decirme qué coño pude ver en ella. Bueno, tampoco muchos podrán decir que la conocían antes de que fuera rubia y, desde luego, aprendí dos cosas: 1) que mi capacidad para anular el parloteo de los demás es excepcional; y 2) pasar de alguien que tiene que hablar para llenar el silencio sin decir nada consecuente.
Más recientemente lo que tuve por medio fue una demostración de hasta dónde llegan las necesidades de otros de sostener su autoestima a base de la atención de los demás. Reconoceré cualquier día de la semana que me luzco, no sé si de forma hereditaria o aprendida, en usar las técnicas de agresividad pasiva, lo que hace de mí un cabrón con pintas en más de un caso, pero la capacidad para el reproche, la exigencia y la manipulación de aquellas personas que practican el vampirismo psicológico es algo que se me escapa. Por suerte, ahora el chantajismo emocional hace que en mi cabeza empiecen a saltar las alarmas como en Chernobil en el '86.
Desde donde estoy, tampoco es que pueda lamentarme mucho. He tenido ejemplos a mi alrededor de algunas relaciones que han acabado todavía peor o, incluso, que se mantienen para incomodidad de ambos participantes y los que les rodean. Eso no quita para que piense que haber tenido a alguien a mi lado en algunos momentos difíciles, sobre todo los de este año, habría sido una influencia positiva pero eso no lo sabré.
He visto algunas chicas por ahí que tenían su gracia, una, incluso, es cuasiperfecta, salvo por el tumor de metro ochenta y cinco con ojos azules que tiene, pero en estos casos ha pesado más el aspecto personal que el aspecto físico, que ha pasado a ser un criterio eliminatorio pero no decisorio. La culpa es mía por pretender encontrar a alguien que me resulte interesante a nivel intelectual y no sólo un modo de satisfacerme sexualmente pero es que si uno tiene que atender a las minucias de las reglas sociales con otra persona, no es un buen plan escoger a alguien que comienza y termina su línea discursiva en los modelitos del homosexual misógino que esté de moda ahora en las gafas de sol o cosa parecida.

P.S.: Richard Gere ha protagonizado una película sobre un perro. ¿Alguien ha dicho carrera en vía muerta? Además, la idea es antígua como el cagar y ha tenido mejores desarrollos.



¡Emboscada!

1 comentario:

AkaTsuko dijo...

Se presenta para inspección un misógino.Te digo que la misoginia es un pobre recurso psicológico para defenderte de tus propios pensamientos pesimistas autodestructivos. Sirve para sobrellevar la soledad impuesta por factores físicos (ser más feo que un presidente que no sabe hablar inglés), de personalidad (ser más aburrido y soso que un bar heavy a las 8 de la tarde) o de lo que sea (ser pobre y no poder mantener el nivel de gasto que implican las relaciones sociales de las nuevas generaciones neoburguesas).

No lo digo como estudiante de psicología, sino que no me importa reconocer el hecho en sí.

Lo de la peli de Richard Gere está completamente desfasado en mi opinión. Ahora lo que mola es el cinismo, los tipos duros y malotes. Deberían reservarse los cartuchos lacrimógenos para cuando vuelvan, si es que vuelven, los tiempos de bonanza y algodón de azúcar.

PD: Me ha gustado especialmente la redacción de esta entrada.
PD