Sé que hacer una serie sobre científicos** no iba a ser muy emocionante (bueno, a menos que en los otros canales retransmitieran en directo los campeonatos mundiales de pintura de secado rápido) pero me fastidian los modelos que trivializan a la persona tanto en un sentido como en otro. Será cosa de mi madre, imagino, que después de haber corrido tanto delante de los grises y tenerme que poner sus apellidos (en 1980) porque no estaba casada con mi padre (que, casualmente, le saca 28 años), pues como que aguanta pocas gilipolleces. Ha llevado la vida que ha querido y no se ha dejado definir por haber nacido con ovarios. Me ha dado un modelo femenino por el que el feminismo no era no llevar sujetador y no afeitarse las axilas sino ser una persona que por casualidad ha nacido mujer. Eso, que parece tan obvio si uno lo piensa, encuentra una resistencia, sutil pero que está ahí, en el mundillo de la ficción televisiva y cinematográfica más pedestre (los personajes femeninos en los Soprano, the West Wing y otras series meritorias van mucho más allá de la chica que grita no.1 en el slasher de turno, por ejemplo) pero también, y sobre todo, en la moda.
Si, es obvio, la moda es uno de los sectores más sexistas que hay. Dejando de lado que es un paraiso para misóginos homosexuales***, la propia naturaleza del chanchullo montado en torno a la alta costura, hace que las mujeres sean consideradas de una forma muy distinta y que se refuercen las diferencias de género. El caso de la anorexia, fomentada para que los modelos de los diseñadores sean el centro de atención y no unas modelos especialmente atractivas, es bastante claro. Quizás por eso, entre otras cosas, aborrezco todos los dibujitos esos de Custo y sus imitadores. No puedo despegar lo que sé de esas supuestas llamadas al glamour con muñequitas anoréxicas que parecen sacadas de un Pachá élfico.
Además, haber modelos femeninos más complejos y edificantes haylos.
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Con todo lo que sabemos del cerebro aún no tenemos ni puta idea de sus verdaderos entresijos funcionales. Resulta asombroso y terrorífico a partes iguales.
El miércoles pasado, en clase, se dio una conjunción de las condiciones de luz, temperatura y yo que sé qué más que hicieron que tuviera una especie de flashback, un eco de las sensaciones que tenía en otros momentos de mi vida. De repente fue como si estuviera reviviendo el mismo estado mental que tenía allá por mediados de cuarto curso de la licenciatura, finales de quinto o hace casi un año.
Normalmente, las sensaciones olfativas suelen hacer ese tipo de cosas muy fácilmente. El olor de esto o aquéllo como lo cocinaba la abuela, el perfume de una ex o de tu madre, la vez que estabas en el monte y en medio del rumor del mar de pinos te sentiste en paz con el universo... Pero claro, el cerebro es una cosa muy cabrona y a nada que a uno se le crucen las señales (sin entrar en la sinestesia) apropiadas puede surgir cualquier recuerdo enterrado.
La sensación que surgió en mí no era, precisamente, agradable. Era el equivalente emocional a la primera vez que hueles fruta podrida: algo dulzón en la nariz que se hace repulsivo justo en la boca del estómago.
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Ayer en clase estábamos resolviendo unos problemas de una asignatura que habíamos trabajado desde la semana anterior. Algunas compañeras (por estadística, ¡qué remedio!; somos cinco chicos de 31 personas), estaban tomando algunas notas de la forma correcta de resolverlos y todo eso. Había que entregarlos, claro, pero al profesor se le había pasado pedirlos. ¿Podéis adivinar por dónde va la cosa?
Una de las compañeras, en el momento en que hacíamos el descanso en medio de las cuatro horas de clase, soltó: "¿Vas a recoger los problemas ahora? Lo digo porque hay algunas personas haciendo correcciones."
No es que la gente estuviera haciendo correcciones a lo que iban a entregar, porque la mayoría lo llevaba impreso, pero no creo que esa maniobra vaya a hacerla muy popular en el futuro, la verdad. Para empezar, la semana que entra, puede que tengamos que hacer evaluación recíproca y yo sé a quién voy a puntuar bajo.
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*Copyright de Bé, hasta donde yo sé.
**Rigurosa.
***Ojo a la colocación de sustantivo y adjetivo.