En nuestra reunión salía el tema de las tesis, las condiciones de las de cada uno (Copépodo está terminándola, Nyita también pero aún no está a la vista registrarla; y yo aún ni me lo huelo) y cosas del laboratorio, que en muchos casos se resumen en que los jefes suelen ser unos malditos negreros o, simplemente, no tienen ni puta idea de qué ocurre en el mundo más allá de su vida inmediata (lo que no deja de hacer que muchos pringuemos de mala manera porque ellos no se enteran). En todo esto, sacaba detalles de una compañera, la neocatecumenal, cuyo jefe se comporta de manera extraordinariamente gilipollas y que parece no enterarse de que a ella se le acaba la financiación el martes que viene y que no va a trabajar de gratis.
De esta discusión sacamos una conclusión firme significativa, que es que la carga de trabajo que tenemos es una barbaridad sobre todo por las exigencias para publicar, el hecho que condiciona tu carrera como científico académico, básicamente. Esas exigencias de publicar más, publicar mejor, etc., que las entidades de investigación (centros del CSIC, centros del Instituto de Salud Carlos III, Universidades* etc.) valoran a la hora de evaluar tu labor investigadora están viciadas por diferentes factores, a saber:
-Publicar en según qué áreas no es nada fácil y la competencia puede hacer que los referees, los revisores a los que el editor de la revista manda el artículo para que evalúen su valor para publicar, aprovechen el anonimato para cargarse artículos que entran en conflicto de intereses con sus propias investigaciones. Eso, claro, si no son imbéciles y carecen de comprensión lectura, como ocurrió con uno del último artículo que envió mi grupo. Ah, y qué risa cuando las publicaciones quieren que hinches sus índices de impacto y de citaciones: "Es un bonito artículo éste que nos has mandado. Sería una pena que no se llegase a publicar."
-Los fondos de investigación en España son una mierda, no se pueden comparar con los que reciben en otros países y, además, se invierten mal. Aquí andamos arañando el fondo del barril, improvisando equipos y reactivos y siempre investigando sobre la marcha, de forma poco organizada. Importa sacar cuanto antes sin importar que la calidad sea regulera porque es la única forma de intentar justificar la obtención de más fondos. Lo de que se inviertan mal tiene una explicación: la mano de obra es lo más barato. Eso justifica que se gasten dinerales en equipos y materiales carísimos pero que en la práctica nadie sabe utilizar bien: no se dedican fondos a contratar técnicos o personal exclusivo para el manejo de equipos complicados porque, total, ya se lo aprenderán los becarios. Así luego pasa lo que pasa.
-Por supuesto, luego está la idiosincrasia nacional, con demostraciones tan sangrantes como la de un imbécil que se dedica a vender la cancamusa por una pasa mientras epata al personal para que se crean muy refinados, alternativos y conocedores. Está visto que aquí lo mejor es gastarse el dinero en Calatravas y otros cabrones que tienen la ética de trabajo de un pirata somalí.
Y, sin embargo, todo esto apunta a un problema concreto y específico, la ciencia, a día de hoy, está tocada por el capitalismo salvaje neocon más hijo de la gran puta. Es cierto, los científicos operamos desde una serie de postulados laborales que convierten el entorno, en la mayoría de casos de lo académico, en una torre de marfil (y he sido de los que ha señalado y lanzado sus propias diatribas sobre ello en este mismo blog, ya lo creo), pero es muy diferente buscar ciencia aplicada y útil para la humanidad de buscar ciencia que dé beneficios económicos. Uno de los ejemplos más claros lo publicó P.Z. Myers en su blog, Pharyngula, hace unos días, en una entrada demoledora en la que dejaba al desnudo las acciones de la editorial Elsevier (que publica un buen lote de revistas científicas de todas las áreas) para promover la aprobación e una legislación sobre trabajos de investigación que supondría un retroceso conceptual sobre la difusión del conocimiento científica a la era de los sumos sacerdotes egipcios, aproximadamente.
A consecuencia de todo esto, se trabaja mal y aprisa, planificando de forma floja, sin profundizar y sin reflexionar más allá del paso más inmediato. Por no hablar de cómo se tratan los datos... Es de saber común que los números son como los delincuentes, sólo tienes que apretarles los suficiente hasta que dicen lo que tú quieres que digan. Naturalmente, los datos adversos se quedan bajo la alfombra, en una costumbre que se ha afianzado de no publicar datos negativos jamás, cosa completamente estúpida, pues esos datos pueden ser tan informativos como los afirmativos. Todos los epígrafes de esta entrada de la wikipedia sobre mala conducta científica los he visto yo y algunos hasta alguno lo he practicado. Este artículo del PLoS ONE se adentra un poco más en el tema.
Bastantes de vosotros no lo sabréis pero en el momento en que un grupo quiere publicar, prácticamente todo el trabajo lo hacen ellos (las figuras, tablas, la redacción... La revista, esencialmente, sólo revisa y edita de acuerdo con unos criterios del área de conocimiento (sin que los referees cobren nada, trabajan por cortesía y renombre) y publica en formato digital y físico, si lo tienen) y, además, en muchos casos deben pagar para publicar. Cuando uno de los principales grupos editoriales ingresa 1.100 millones de dólares de beneficio (un margen del 36%) con la publicación de artículos y presiona para apropiarse los derechos de artículos de investigación basados en trabajo científico hecho con fondos públicos, hay que plantearse qué es lo que está pasando aquí y si, en realidad, las formas actuales de revisión por pares no han degenerado en el chanchullo de unos cuantos como tantas otras cosas.
La conclusión, por otra parte, es que así, como siempre, no se puede hacer ciencia de verdad.
*Es una forma de hablar, claro.
1 comentario:
Te recomiendo leer "La nuca de Houssay", de Marcelo Cereijido, un investigador argentino radicado en Mexico, que relata pormenores de la labor pionera de investigación de -entre otros- dos Premios Nobel argentinos, Houssay y Leloir. Habla de ética, moral, recursos, anécdotas, etc.
Tus comentarios me lo recordaron. Quizás te agrade leerlo.
Saludos.
Arturo.
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