jueves, 15 de diciembre de 2011

Zonas.

Se suponía que hoy iba a una cena/salida de navidad con compañeros del labo pero he tenido un día muy mierder y de repente me he encontrado en la "Zona Amarilla". De forma un poco súbita mi cabeza ha sistematizado mis patrones de cambio de humor (a peor) como en cinco zonas en función de mis ganas y necesidad de socializar. Azul (necesidad de socializar, bajo estado anímico por la falta de socialización), verde (normal), amarilla (retraimiento y preferencia por el aislamiento), naranja (hostilidad verbal velada) y roja (hostilidad verbal abierta sin descartar lo físico).

Mi humor ha ido cambiando a lo largo del día, aunque creo que se han juntado el estrés de tener muchas cosas por hacer durante el día con cosas que han aparecido de improviso y que ya la semana venía siendo una mierda. Lo que se supone que habría sido una buena tarde-noche con amigos y gente con la que me llevo bien, de repente se ha transformado en "estar con los del labo" como en "estar con los del curro". O, más claro, "seguir el día con la misma gente con la que trabajo, trabajo del que, hoy, ahora, estoy hasta los cojones." Lo sorprendente es haberlo visto de una forma tan clara, haber establecido niveles para algo de lo que normalmente he sido consciente pero que quizás no había analizado de forma racional. Quizás es lo que tiene sopesar si echarle la bronca a un compañero por no cumplir ciertas responsabilidades y dejar marrones para los demás: plantearse, fríamente, la escalada de consecuencias.

En este mismo orden de cosas, tengo mañana comida de navidad de todo el labo y una oferta para el sábado de cena en casa de una amiga de una de las amigas del labo y se me hace igual de complicado plantearme si socializar o no, dejando de lado que tiene más importancia mi estado mental del momento y de momento no sé si me apetecerá o no. En el fondo es una consecuencia de mi éxito social reciente: una de las ventajas de estar en un labo tan grande es que hemos coincidido gente con gustos diversos pero similares y que nos llevamos bien; no estoy acostumbrado a tener este tipo de relación en el trabajo, entre otras cosas porque no se ha dado con anterioridad este patrón de coincidencia edad/gustos y que hayamos hecho cosas juntos así.

Es difícil adaptarse a estar con gente a quienes conoces de forma relativamente reciente y con los que desarrollas cierto grado de amistad y que, pasando por alto tus propios prejuicios e inseguridades, ven en ti cosas buenas que no crees que estén ahí. Es jodido, porque parece que tienes que estar a la altura de una imagen que sabes (o crees) que no está ahí y que parece que se forman los otros sin que les des motivo para ello. De repente, ahí estás, sintiéndote un impostor, alguien que pasa por normal sólo por es socialmente funcional y siendo consciente de un montón de taras y defectos que los otros no pillan.

Esto de tener vida social puede ser tan mierda como no tenerla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues chico yo prefiero tenerla, eso seguro

Aitor Maiden dijo...

Déjate de mierdas y tírate al río. Muchas veces la gente ve cosas en nosotros que creemos que no existen, pero a lo mejor estamos equivocados y sí que existen pero nosotros mismos no somos capaces de verlas.

Y lo peor que puedes hacer, desde luego, es intentar sacar de ti frente a nuevas amistades lo que crees que a ellos les agrada de tu persona, porque ocultas cosas que quizá creas que les va a causar rechazo, y luego ocurre todo lo contrario, que esas cosas que intentas ocultar son kas que más les gusta al resto de la gente.

Como yo siempre digo: lo que nos atrae de los demás son sus imperfecciones, y no al revés. Ocultarlas es un error.