lunes, 7 de marzo de 2011

TANSTAAFL

Con ocasión del Carnaval de Biología II edición, me he decidido a hacer una entradilla de interés general sobre un tema que me resulta de interés desde que surgió en el máster el año pasado.

Las siglas que titulan esta entrada de hoy tienen un origen incierto pero que se establece hacia los años 30 o 40 y que indican lo siguiente "There Ain't No Such Thing As A Free Lunch", más o menos "No Existen Los Almuerzos Gratis". Este principio viene a indicar que cualquier producto o servicio aparentemente gratuito ofrecido por alguien es sólo un método para obtener un retorno de beneficios para esa misma persona en un punto posterior en el tiempo. Eso quiere decir que, para la persona que obtiene el producto o servicio, su gratuidad no es auténtica sino que, probablemente, invierta en el que se lo ha ofrecido mucho más, a largo plazo, que si hubiese tenido que pagar por ello desde el momento original. En resumidas cuentas: para obtener algo, tenemos que entregar algo a cambio.

Esto, que es un simple principio de Coste de Oportunidad en economía, en biología tiene ejemplos muy claros en prácticamente todos los niveles: la Evolución de la vida sobre la Tierra es una historia constante de opciones excluyentes por las que unos caminos adaptativos quedaron cerrados para ciertos organismos para siempre porque, simplemente, las vías en las que quedaron fijados resultaron ser otras, que en el fondo no resultaron necesariamente mejores ni peores sino, simplemente, suficientes para sobrevivir.

Ahora bien, el área en el que estas relaciones coste/beneficio se hacen más obvias para cualquiera, sobre todo en nuestra vida diaria, es en el de los tratamientos farmacológicos. Todo tratamiento mediante xenobióticos (es decir, productos ajenos al organismo) presenta efectos secundarios derivados de las interacciones no intencionadas del compuesto con la fisiología del individuo. Esto es así ya que, salvo casos muy atípicos y excepcionales, las estructuras moleculares no son completamente específicas y los patrones estructurales de las dianas biológicas se repiten por homología o analogía (en parte por evolución y herencia, en parte por economía energética: la evolución suele llegar a soluciones parecidas en organismos muy lejanos por una cuestión de que las estructuras atómicas siguen leyes concretas respecto a cargas eléctricas, polaridad, etc.).
Por emplear una metáfora burda pero obvia, si una molécula es la llave para abrir la cerradura de una diana (enzimática, por ejemplo) clave en una enfermedad, trastorno o patología, las llaves siempre tendrán caracteres suficientemente comunes que harán que puedan encajar en más de una cerradura siempre que ésta comparta detalles comunes (por seguir la metáfora: el número de "dientes" de la cerradura, la profundidad de éstos, etc.).

Normalmente, la mayoría de los efectos secundarios suele aparecer cláramente en los ensayos clínicos de fase 3 (aquellos realizados con voluntarios humanos) pero de cuando en cuando se identifican productos en los que, súbitamente, aparecen efectos no indicados en los prospectos al ser comercializados y disponer de todas las autorizaciones, como fue el caso del Lipobay de Bayer, una estatina que presentaba serios efectos adversos. ¿Por qué ocurre esto? Nuevamente, TANSTAAFL.
Me explico: los ensayos clínicos se realizan de una forma muy concreta y con protocolos específicos con el fin de obtener unos resultados fiables. Cada estudio y producto concreto requiere un protocolo concreto y normas concretas pero eso conlleva problemas escondidos que tienen que ver con la eliminación de variación en los resultados para obtener unos estadísticos consistentes. Al eliminar variabilidad se pierde mucha información, especialmente a nivel genético: no todo el mundo es igual, no todos los alelos de las enzimas son iguales, no todo el mundo detoxifica igual y así sucesivamente. La población asiática presenta un alelo distinto de la Alcohol Deshidrogenasa, lo que tiene que ver con su escasa resistencia a los espirituosos; la población negra tiene problemas cardiovasculares diferentes a los de la población caucásica; ciertas personas tienen alelos diferentes de los citocromos que detoxifican la cafeína y les hacen más sensibles o más tolerantes a los efectos del café...

Al tener estudios clínicos que buscan patrones de población concretos (jóvenes, sanos, etc.) se pierde el "realismo" del estudio y se obtiene una muestra que no es representativa de la población total. Normalmente, a los productos comercializados se les sigue en lo que se llama fase 4 y es entonces cuando se detectan muchos de esos casos atípicos que están escondidos en la variación intra e interpoblacional de aquellos genes implicados en el LADME (Liberación Absorción Distribución Metabolización y Excreción) de los fármacos.
Sólo recientemente se ha empezado, a raíz de este tipo de incidentes, a plantear de forma seria una serie de disciplinas asociadas a la farmacología que se ocupan de forma científica del estudio de estos fenómenos, me refiero a la Farmacogenética (el estudio de las variaciones genéticas en la interacción con los fármacos a nivel individual), la Farmacogenómica (idem pero a mayor escala) y la Farmacovigilancia. Hoy se habla mucho de las dos primeras por aquello de la medicina personalizada pero, en realidad, a lo que se refieren, de forma más útil e inmediata, es al estudio e implementación de mejoras en los tratamientos farmacológicos atendiendo a los perfiles genéticos de la población: un uso más eficiente de los fármacos de acuerdo con perfiles de respuesta a estos permitiría ahorros tremendos de dinero al poder alargar la vida útil de fármacos efectivos, que se descartan de forma radical sólo porque sus efectos secundarios más llamativos ocurren en porciones de la población que presentan hipersensibilidad y que podrían ser tratados mejor con otros.

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