miércoles, 20 de octubre de 2010

Cuestión de fe.

Los días me van pasando en el curso de programación y la cosa resulta interesante, además de que noto la mejora de mis capacidades y que ya pienso en términos de lenguaje y veo el código (por lo menos la mayoría de las veces). Tampoco sé si me va a servir de algo profesionalmente pero hace curriculum y aprendo, que ya es algo que me gusta, además de que veo las posibilidades del asunto.

A nivel profesional, por otra parte, estoy moviéndome para ver si saco una beca en un grupo de investigación en patología renal. El tema está asociado a los efectos secundarios de cierta familia de fármacos, lo que me resulta interesante después de la experiencia del máster, y me parece prometedor, así que con algo de suerte no tendré que tirarme mucho tiempo en el paro. Ya veremos.

Por las mañanas me está alegrando el día un libro de Terry Pratchett, probablemente el mejor que tiene del Mundodisco si no de toda su producción: Dioses Menores. Pratchett es sin duda uno de los mejores escritores de humor que he leído, sobre todo por su humanidad, por su modo de aprehender los pequeños detalles de egoísmo y altruismo de las personas a diario y no sólo las personalidades de sus héroes y sus villanos. En la producción de Pratchett los lanceros griegos también son personas. Pero no es grande sólo por eso, no sólo por el material que podría dar lugar a un gran drama, también lo es por su fe completa y absoluta en que el pegamento que sostiene unida a toda la humanidad es su inmitigable, perpetua y obstinada estupidez.

Pratchett, a mi modo de ver, es quizás el último gran cínico. Un cínico adaptado a su tiempo, sin duda, pero un cínico al fin y al cabo. Su apreciación de la naturaleza humana es tan válida como la de Shakespeare, la de Hammett o la de Chandler (curiosamente, todos ellos escritores de género pero cuyas obras tratan de la naturaleza humana), aunque cambie el estilo y se centre en lo humorístico. Deja claro que los seres humanos pueden ser ambiciosos, mezquinos, rastreros, egoistas, generosos, amables, sacrificados y leales pero, ante todo y sobre todo, son estúpidos. Y, a pesar de ello, sobreviven y no son ni más ni menos dignos de respeto que cualquier otro ser vivo.
Dioses Menores es, en este contexto, una historia sobre la fe, sobre cómo los seres humanos tenemos una tendencia a rellenar los huecos de nuestra ignorancia con lo que llevamos dentro y cómo precisamente eso que llevamos dentro puede y acaba sustituyendo aquello que existe fuera de nosotros en realidad. Es una historia (aunque me tiente escribir lección) sobre el fanatismo, sobre los límites de la verdad y sobre la tolerancia (pero esto último es más o menos constante en la obra de Pratchett). El arte de la novela está en que lo que podría ser fácilmente un panfleto contra la religión no lo es, sino que es una puñalada certera contra las organizaciones religiosas.

El tema me ha rondado la cabeza estos días y no sé si precisamente escogí leerme este libro por eso (aparte de que necesitaba una dosis de literatura de humor, eso seguro) o si fue que escogí este libro y por fin he hilado unas cuantas ideas personales que me rondaban en la cabeza sobre la cosa esta de recurrir a la propia imaginación para hallar patrones y rellenar huecos en la realidad sobre los que ignoramos sus fundamentos. Se fundieron las ideas del libro con otras que arrastraba de Me Llamo Earl y de mi propia experiencia pero, como en mi caso nunca ha habido algo así como la fe en un Demiurgo o un Creador, lo mío era relativo al Karma.

De una forma consistentemente irritante, he tenido durante mucho tiempo una especie de fondo de complejo de culpa para intentar hallarle un sentido "kármico" a mis fracasos, incluso a pesar de no existir relación de ningún tipo, una forma de rellenar nexos entre mis faltas reales o percibidas y mis fracasos y/o expectativas frustradas, materiales o emocionales (tipo "Hoy me ha salido mal esto y ha sido porque hace dos días, en vez de estudiar/planchar/etc. me quedé jugando con la consola/tirado en la cama/etc."). No necesito a ningún especialista para ver las señales de una conducta neurótica en eso, vaya, pero esta maldita psique mía está tan jodidamente organizada para ver patrones que la apofenia y yo somos uno.

Lo que ocurre es que, sencillamente, crea uno o no en Dios o lo que sea, es una putada estar en el extremo chungo de las cosas y la pregunta deja de ser ¿por qué a la gente buena le ocurren cosas malas? para ser ¿por qué a mí? Naturalmente, la vida no es justa, no hay justicia porque en el universo material no hay una ley natural basada en la ética o en la moral; de hecho, ni siquiera el karma funciona como un sistema de compensación sobrenatural, si uno se ajusta a la definición se trata, estrictamente, de la acción y sus consecuencias, una especie de mecánica newtoniana de las acciones, nada más. El problema es que el hábito creado socialmente de críos sobre recompensas y castigos no sirve para lidiar con la realidad y tienes que desprenderte de él a medida que maduras pero, aún así, el cerebro aborrece el caos y tiene que imponer sus moldes para soportar el "abismo".

En el último par de años he tenido algunos momentos verdaderamente malos por la ristra de malos rollos que se me juntaron, sobre todo profesionalmente. No me acuerdo quién (¿Murakami?) escribió algo así como que cuando te acostumbras a no conseguir lo que quieres, acabas por no saber qué deseas. Con este marco mental, al final, cuando no consigues lo que quieres, acabas por perder la voluntad para tomar decisiones por miedo a hundirte aún más en la mierda.

3 comentarios:

Biónica dijo...

Illu, me interesa muchísimo este libro, y más después de leer tu reseña. Es necesario leerse otros libros de la saga "Mundodisco" antes que éste? Nunca me he leído alguno, pero por lo que he visto, es una colección bastante grande...

Me encantó "Buenos presagios" que escribe en colaboración con Neil Gaiman. Tengo ganas de retomarlo ;)

Illuminatus dijo...

Biónica: otro de sus mejores puntos es que como libro del Mundodisco es bastante independiente del resto de la producción y salvo alguna referencia suelta no te exige un conocimiento del resto de las novelas para disfrutarlo (y mucho).

Entre mis planes vitales está el hacerme con la colección completa (o así) cuando tenga espacio para ello.

AkaTsuko dijo...

A Terry yo lo veo con diferentes ojos ahora, tras completar el coleccionable de Altaya: Antes se me presentaba como un autor de culto único, cuyas obras parodiaban de forma elegante los tópicos literarios y sociales.

Pero después de tragarme las casi 30 novelas de la colección lo que sé de Prattchet es que, al igual que Rowling, Brown, Martin, Gallego y todos esos "Fantásticos", Terry también tiene una fórmula propia que funciona en mercado y explota novela tras novela tras novela. Será una fórmula muy inteligente sí, pero a las 5 novelas ya huelen mucho ciertos arquetipos. Siempre hay un malo de ética cruel, siempre hay un personaje que sabe más que el narrador, siempre hay un cínico (a veces se llama Nobby, a veces se llama Tata Ogg, a veces se llama Albert...), siempre hay un personaje tiernamente ingenuo como la Muerte... Y lo de Rincewind siempre huyendo es de traca.

Creo que la saga de La Guardia, que parte del cine noir y la novela policíaca, es la saga que más te gustará. Oh, y Buenos Presagios.

Pero para mí ya no se merece pedestal. Me molesta que abandone la parodia para centrarse en sus ideas humanistas y aventuras metafísicas.

PD: Curiosamente, esa es la única que no he leido. La tengo, pero la edición de la colección es "la mala".