sábado, 10 de abril de 2010

Comedia.

Tragedy is when I cut my finger. Comedy is when you fall into an open sewer and die.
-Mel Brooks-

Creo recordar que también había una cita por otra persona, no recuerdo quién, que venía a decir que toda manifestación de humor tiene un componente, por pequeño que sea, de sufrimiento ajeno. Me parece que en cierto modo es así y que la mayoría de chistes, situaciones de comedia y demás se basan en que uno de los protagonistas lo pase mal para regocijo del espectador en lo que es una demostración clarísima de Schadenfreude. Habla pobremente acerca de nosotros como especie, creo yo, pero es lo que hay.

Desde que era crío, por educación o por lo que sea, junto a la timidez he llegado a sentir vergüenza ajena. No sé si se puede extraer alguna conclusión sobre mi empatía de ello pero lo pasaba, y aún lo paso, mal cuando algunas personas se ponen en el más absoluto ridículo. Los concursos de la tele eran un campo abonado para esto pero la realidad también tiene más momentos idóneos para buscar una piedra y escapar de la indignidad de compartir especie con algunos ejemplares que hay sueltos por ahí. Sencillamente, resulta difícil estar cerca de personas que no son conscientes de que han perdido toda la dignidad (tampoco es que a mí me quede mucha pero aún hay clases...).
Esto viene porque un gran número de formas de comedia se basan, más que en el sufrimiento físico, en la humillación personal, en despojar a un personaje de cualquier rastro de dignidad, buena reputación o credibilidad que pueda tener y revolcarlo en el barro con tanta alegría como intención. A veces, claro, un personaje no tiene dignidad para empezar (por ejemplo: Urkell o Sheldon, the TBBT, además, profundamente aborrecible). En algunos momentos, he llegado a sentir esa corriente de vergüenza ajena al ver esas comedias. Claro, depende del personaje y cómo de identificado o cómodo me sienta con él pero me pasa.
Seguramente muchos de vosotros tengáis conocimiento de the Office, la serie que transcurre en las oficinas de una sucursal de una compañía papelera que están a punto de cerrar. Supongo que si acaso estaréis más familiarizados con la versión americana, protagonizada por Steve Carell, que es la que emitió la Sexta (los de Cuatro emitieron aquí la británica con un doblaje atroz y nunca más quise saber del tema, claro). El caso es que hace un par de años eché mano al pack con la serie británica al completo por poca pasta. La serie es estupenda y las formas de documental hacen que gane en verosimilitud ese análisis del mundillo de la oficina, con las pequeñas ruindades, los inadaptados sociales y todo lo demás pero el meollo de la serie era, sin lugar a dudas, David Brent, el jefecillo ruin, pueril y estúpido que interpretaba Ricky Gervais.
David es uno de esos personajes que me han causado la horrible sensación de estar partiéndome de risa de algo que me causa auténtica vergüenza ajena. Su grado de estupidez y mediocridad me causaba pavor. Era el perfecto reflejo de esos quiero-y-no-puedo que todos hemos conocido alguna vez, que quieren quedar por encima de los demás y quedan siempre en evidencia porque son auténticamente estúpidos y mediocres. He tenido momentos de sentirme verdaderamente avergonzado y humillado al ver a ese personaje tan aborrecible y mezquino. Sin duda, si no habéis visto esta versión de la serie, deberíais, porque su factura es impecable.

Formalmente, si bien el entorno y las intenciones cambian, the Office tuvo una serie heredera en el Reino Unido. Tuve conocimiento de ella porque primero vi una película que estrenaron aquí, In the Loop, que me llamó la atención porque en ella participaba James Gandolfini, a quien reverencio desde los Soprano. La película es una especie de adaptación de las ideas de la serie por el mismo equipo de ésta pero mantiene el mismo espíritu. La serie se titulaba the Thick of It, que traduciría libremente por En medio del marrón, y relataba el funcionamiento interno del gobierno británico moderno, las luchas internas entre departamentos y ministerios, las filtraciones, los marrones informativos y los esfuerzos de la gente de relaciones públicas para vender la burra a los periodistas y el público en general.
En lo que coincidían, además de las formas de rodar, las dos series era en la mala baba. The Thick of It venía a ser una especie de Yes, Minister con ganas de hacer sangre. Se aprovecha mucho de su forma de contar la historia a lo documental, presentando a unos personajes que alcanzan cotas tan grandes de patetismo que da auténtica vergüenza verles cagarla de forma lamentable y luego intentar resolver la papeleta con la excusas más burdas y estúpidas que se les pueden ocurrir. Y lo mejor es que la sensación con la que uno queda es que la realidad no está muy lejos.
Merece especial atención el personaje de Peter Capaldi, alguien que haría ruborizarse al sargento de la Chaqueta Metálica por el uso de las maldiciones y juramentos y que es capaz de meter más miedo que el mismo Aníbal Lecter cuando aparece en escena.
Sin duda, si hay alguna serie que pase desapercibida ahora mismo por aquí y que se merece ser vista, es ésta. Si podéis soportar la vergüenza ajena...

3 comentarios:

Centro Picasso Vilnius dijo...

Me la apunto.

A veces me da un poco de angustia la cantidad de series que hay para ver y lo corta que es la vida...

Misia dijo...

A mí Ricky Gervais casi siempre me produce esa horrible sensación de vergüenza ajena, pero en mi caso prefiero no verlo porque me deja mal sabor de boca.

Sé que el hombre es muy grande y que hace cosas estupendas, pero en lo qe le he visto es tan cruel con sus personajes que no disfruto nada. Empecé con Extras, que es una magnífica serie, pero la sensación me superaba y la dejé.

MissMurphy dijo...

Justo ahora estoy sumida en el visionado de The Office (versión británica y "usasiana", ambas en v.o.s), y efectivamente la sensación que produce Brent es esa. Por un lado me parto de risa, por otra sufro de vergüenza ajena y me tiro medio capítulo diciendo "por favor, noooo!"

Eso sí, aborrecible Sheldon Cooper? A mí me encanta! Quiero decir, si conociera a una persona así en la vida real al segundo día lo habría asesinado violentamente golpeándole con el primer objeto contundente que tuviera a mano, pero como personaje me gusta.

Y sí, normalmente la comedia suele partir de situaciones que para quien las protagoniza pueden ser bastante trágicas. En la facultad el profe de guión nos ponía siempre el ejemplo de "El apartamento", de Billy Wilder: hay mucho patetismo en la vida de un personaje que le cede su vivienda a su jefe para que ligue con la compañera de trabajo de la que él está enamorado...