martes, 28 de julio de 2009

Paralelos.

Independientemente de que la bioquímica del cerebro a veces sea una zorra y haya días (o semanas) en que parece que es mejor ni despertarse o, por lo menos, salir de la cama, también hay que crearse unos hábitos para combatir los malos hábitos mentales. Hay que forzarse a salir de la cama. Forzarse a mantener una rutina sólida para combatir el malestar. Forzarse a mantener una higiene psicológica. Forzarse a pensar en positivo. Forzarse a tener esperanza. Forzarse a apreciarse a uno mismo y a construir una autoestima.

A veces me pregunto en qué momentome equivoqué y empecé a pensar que mi problema era yo mismo y no los demás.

En el último mes me he visto dos películas espesitas, Solaris y Stalker, ambas de Andrei Tarkovsky. Con ello creo que puedo informar al comité de que he cumplido mi cuota de cine de Europa del Este. Para el próximo siglo. Algo parecido a lo que me ocurrió después de ver Fanny y Alexander. Cine escandinavo, el asesino silencioso. En cualquier caso, en la primera de las dos películas del ruso encontré una idea en la que coíncidimos fundamentalmente: todo el mundo lleva a cuestas, no importa dónde vaya, una maleta, que no ve, en la que van encerrados susfantasmas. Los griegos empleaban la palabra daimon para designar esos espíritus, benignos y malignos, que acompañaban a una persona o a una familia a lo largo de su vida. Psicológicamente podríamos adaptar la figura como una amalgama de experiencias que nos condicionan a nivel emocional en nuestra visión del mundo y cómo lo afrontamos.

Los modelos de Jung sobre la estructura de la psique humana y sus circuitos neurosomáticos (supongo que influidos por el hallazgo de la impronta en las Aves que hizo Lorenz) justifican que ciertas experiencias nos condicionen, por lo menos a nivel emocional. A veces se nos queda atascada alguna cosa que nunca acabamos de digerir y con la que cargamos durante años (culpa, duda, rencor...). Dependiendo de la gravedad del asunto, percibida, por lo menos, esa carga puede seguir condicionándonos durante años, generando una respuesta emocional enteramente pavloviana: una persona se puede convertir en una campanilla que haga que nuestro vientre se retuerza, un olor nos pone en alerta. Me fijo en lo malo, obviamente, pero normalmente es sólo lo malo aquello que nos impide seguir adelante con nuestra vida.

Hace unos días eché mano a un juego que llevaba esperando desde principios de año. Days of Wonder estaba a punto de editar un juego que era implementación de otro anterior basado en las invasiones bárbaras de Europa (el Vinci). Para hacerlo más vendible le introdujeron razas de tipo fantástico (orcos, elfos, enanos, etc.) y optimizaron un poco el sistema de juego pero, en lo que son sus bases, el juego sigue siendo un euro bastante sencillo y rápido que encaja como juego familiar pero tiene un buen nivel estratégico. El Small World es, en definitiva, un buen juego pero uno de los aspectos que recuerdan más al juego original y que resulta, hasta cierto punto, innovador, es el mecanismo sucesional: el jugador, llegado un cierto momento, tiene que desprenderse de su anterior raza y expandirse con una nueva. El jugador que tiene más éxito es aquel que consigue ajustar su tempo para expandirse con mayor eficacia y, para eso, hay que saber desprenderse de la raza que uno maneja en el momento apropiado.

Imagen del juego (tomada de Boardgamegeek.com) en la que se pueden apreciar algunas piezas de razas en declive (grises) que han sido abandonadas por el jugador propietario.

Hay un paralelo entre estas ideas. Avanzar en la vida es una cuestión, entre otras muchas cosas, de saber desprenderse de partes de uno mismo. Es un tema que se ha trillado en el cine, de casi todas las nacionalidades, y en la literatura, claro, si realmente las personas pueden cambiar. Es una de las pocas cuestiones en las que, citando a Tuco, el mundo se divide en dos clases de personas: las que creen que si y las que creen que no. En ese sentido soy un optimista (para variar) y creo que, si una persona se lo propone de verdad, puede cambiar. Otra cosa es que sea facil.
Identificar las cosas que no nos gustan de nosotros mismos es el primer paso. Casi siempre es producto de haber cambiado de valores o de visión del mundo o de tomar la decisión de superar el doblepensamiento. Es una búsqueda de coherencia, obrar en consecuencia, si preferís. Luego viene el problema de generar el hábito mental para cambiar de actitud y de modo de vida. A la larga sólo el tiempo confirma o niega que una persona sea capaz de superarse a sí mismo pero darse cuenta de cúal es el momento apropiado y tener la voluntad de hacerlo ya es algo positivo. Significa, sobre todo, tener capacidad de adaptación.

miércoles, 1 de julio de 2009

Vómito.

Me siento verdaderamente machacado. Llevo desde Octubre machacándome en Karate, por aquello de sacarme, algún día, el examen de cinturón negro, y creo que en algún momento dejé de estar cansado y salí por el extremo de estar cansado. Ahora estoy, por lo menos psicológicamente, a mil jodidos años luz de estar cansado.
No ha sido una temporada precisamente propicia y creo que tampoco he sido muy sincero conmigo mismo a la hora de afrontarlo:
-No llevo muy bien lo del paro. El problema no es tanto la obscena cantidad de tiempo libre disponible para pensar como la dependencia económica de mis padres. Mi búsqueda de empleo no va muy allá de momento y no tener ni idea de cúanto va a durar no ayuda mucho.
-Luego está el tema del laboratorio. Tomé la mejor decisión porque, después de todo, sabía que antes o después acabaría harto del déspota de mi ex-jefe, más o menos como casi todos los del labo, pero que fuese la mejor decisió no significa que tenga que gustarme: ¿qué es peor, sufrir un horrible final o sufrir horrores sin fin?
-No he querido admitirlo pero siento un resto de culpa. Siento que no estuve a la altura a la hora de tomar las decisiones sobre mi futuro profesional en su momento, que elegí mal con ese autócrata imbécil y podrido por dentro y que fui un estúpido. Dirá poco o mucho sobre mí pero no suelo perdonarme el ser un estúpido y el sentirme mal, en el fondo, es una forma de castigo. Mis problemas de egolatría y yo. Once. Again.
-Mi autoestima profesional está ahí ahí después de todo esto. Siento que los años de licenciatura no me sirven para nada (lo que sé que es una cuestión del momento) y no han contribuido a hacerme más feliz. El revisionismo personal no sirve para nada y esto es un buen ejemplo. Hay diferencia entre arrepentirse de algo y refocilarse en el arrepentimiento, así que prefiero no pensarlo mucho por razones obvias.
-Estoy en un momento de reevaluación de mi vida, de mis objetivos a largo plazo como consecuencia de todo ello y me falta seguridad. Además, siento que he perdido mi altruismo. Me importa la mejora del mundo un huevo.
Hace cosa de dos años, casi, me fijé como objetivo vital simplificar mi vida. Saqué en claro que lo fundamental era ser feliz, dejar de complicarme la vida a nivel personal con historias y personas que sólo hacían que me comiese la cabeza sin sacar nada en claro. Dramas no, gracias. La ventaja de simplificar las cosas orientada hacia un objetivo tan concreto(?) es que no hay que aferrarse a objetivos más complejos, cualquier curso de acción para alcanzar tal objetivo es legítimo (dentro de los valores que tenga cada uno, claro). El problema es que aquello que nos hace más felices puede tener más niveles de complejidad de lo que pensamos al principio.
Reevaluando lo que quiero tener en mi vida he comprobado que, entre otras cosas, lo del trabajo, supuestamente, transcendente (es una de las cosas de las que tirar para convencerse de que los sinsabores de la investigación merecen la pena cuando el gusto por ese trabajo se vence ante el peso de la mierda que hay que aguantar) es prescindible. La independencia económica, elverdadero crecimiento personal, vivir sin agobios estúpidos ni dramas... no sé, igual soy raro pero me parece que eso si que tiene más enjundia.
Lo del Karate creo que hoy ha terminado por sacar a la superficie las cosas que estaban ahí porque ahora ya ni me sirve para desconectar. Hoy es uno de esos días en los que me apetecería desaparecer sin dejar rastro y empezar una vida como otra persona en el otro extremo del mundo.