lunes, 11 de mayo de 2009

Hábitos.

Enlazando con lo que contaba el otro día, quiero, necesito, hablar de una cuestión importante a nivel personal por enlazar con lo que comentaba de la mejora personal y todo eso. Reconozco que soy una persona con tendencias neuróticas y que acumula ansiedad con facilidad. No hace falta explayarse sobre las consecuencias de la ansiedad, normalmente van de los efectos psicosomáticos a los psicológicos. Es en la segunda categoría donde siempre he destacado y al cabo del tiempo me he acostumbrado, más mal que bien, a convivir con las depresiones que me asaltaban con irregularidad regular. Sin embargo, a menos que uno sea un cacho carne, se aprende algo hasta de las peores situaciones.
En mi caso, y de forma más o menos indirecta*, aprendí que uno de los desencadenantes de mis episodios depresivos, aparte de la ansiedad, es un hábito psicológico, una forma de pensar, o un patrón de conducta, no sé si innato o aprendido (aunque, en este último caso, sé que tengo un antecedente familiar bastante claro) a la hora de afrontar las circunstancias.  El pesimismo, como rasgo de personalidad, supone un problema cuando se junta con una personalidad obsesiva porque se convierte en un hábito nocivo a la hora de encarar el futuro. Lo de ver todo negro no es una broma, sino algo muy real y para mucha gente acaba por convertirse en algo que les incapacita para llevar una vida normal.
La cuestión es que los hábitos son algo equivalente a programas mentales con los que operamos los humanos. Los circuitos neuronales que determinan nuestras respuestas funcionan normalmente de una forma acostumbrada, habitual, por repetición (la mayoría suelen radicar en mecanismos aprendidos) y suelen estar asociados a patrones emocionales. Ese par de características hacen que se suela reaccionar ante las circunstancias antes de analizarlas y razonar sobre ellas de forma pausada y fría. Si a eso le sumamos que en muchos casos no disponemos de toda la información necesaria para valorar y decidir de forma ideal, tenemos la receta para formarse una imagen de los hechos bastante alejada de la realidad.  
A pesar de todo, uno puede superar los hábitos creando otros que los desplacen. Lo que siempre han querido vender con libros de autoayuda, retiros espirituales, seminarios de motivación, cursos de pseudomisticismo y demás es, fundamentalmente, que los seres humanos podemos reprogramarnos a nosotros mismos a base de introducir modos de actuación (protocolos, podríamos decir) y actividades a nivel físico y mental para modificar nuestra conducta a nivel inmediato y sin tener que pasar por el proceso de razonamiento consciente. Podemos generar nuevos hábitos a nivel físico (bajar la basura, hacer ejercicio) o psicológico (mantener la calma, no ceder al pánico, liberar la tensión y aceptar la incertidumbre). Es cierto que estos últimos son más difíciles, exigen un estado de alerta más constante y chequearse a sí mismo evitando caer en el modo de actuar habitual pero se puede hacer.
Personalmente, admito que cuesta mucho cambiar la perspectiva y no dejarse llevar por la idea de que todo va a ir mal (llamadlo experiencia, llamadlo deformación profesional) pero, independientemente de que compense para el estado de ánimo, existe un factor elemental que lo favorece, que es que al final uno acaba exhausto y, sin embargo, ve que la vida sigue. Normalmente interiorizamos patrones muy narrativos acerca de lo que es la vida: nos dan desde pequeños una concepción temporal con un principio, un nudo y un desenlace o fin pero nos ocurren un montón de cosas a la vez, muchas historias mezcladas, que no tienen un final inmediato o claro, de forma que a veces arrastramos por el suelo durante años trozos de nuestra vida de los que nunca nos deshicimos por un motivo o por otro. Luego uno se muere, claro, pero ahí sólo nos terminamos nosotros y el resto del mundo sigue girando, por mucho que les fastidie a algunos.
Es importante comprender que nuestra vida es algo transitorio, cambiante, imperfecto, incompleto y aborreciblemente carente de sentido para poder afrontar los momentos en los que la realidad nos echa abajo los esquemas y nos quedamos jodidos en una esquina. Mucha gente no puede cambiar sus hábitos psicológicos en esos momentos (madres con abortos espontáneos que se obsesionan con sus hijos perdidos, personas que rompen con sus parejas y no saben salir adelante, personas que se marcan un objetivo vital que no logran alcanzar...) y sus vidas quedan estancadas en un punto inmutable y constante de frustración en el que el mundo se mueve y ellos no. Creo que eso es de lo más terrible que puede ocurrirle a una persona porque su programación toma control de ella y no puede salir de un bucle de conducta en el que pierde el control de su vida.
Uno de los principios en los que creo es en el de mejora constante. Es difícil y desafortunado, porque es también algo obsesivo por mi parte, pero creo que uno tiene que poner su esfuerzo en intentar mejorar como persona, en un sentido global. La búsqueda de la perfección es algo inútil ya sólo por lo inalcanzable de la meta, pero además porque normalmente no cumplir con los objetivos lleva a los castigos autoimpuestos y a victimizarse a uno mismo. En el fondo, lo reconozco, es un hábito mental derivado del miedo a la muerte o, por lo menos, a la decadencia física. Nuestra vida se vuelve, a partir de cierto momento, un descenso hacia los achaques, la decrepitud y, en definitiva, un estado en el que no podemos valernos por nosotros mismos o no podemos disfrutar de la vida. Viene a ser más o menos inevitable y mi forma de combatirlo es intentar alcanzar lo mejor de mí mismo. Hace mil años gente con ese mismo miedo se habría dedicado a hacer sacrificios al demonio o algo parecido. 
Es posible cambiar. Es posible mejorar. Tenemos las herramientas dentro de nuestra cabeza y con la suficiente disciplina y convencimiento uno puede llegar a dejar de lado aquellas cosas que no le gustan de sí mismo para sentirse a gusto, algo que en realidad es lo más importante de modificar nuestros hábitos. Después de todo, tenemos que vivir todo el tiempo con nosotros mismos, así que mala cosa si nos resultásemos insoportables. 

* Parecerá una tontería pero los Soprano me mostró patrones de conducta que podía observar en los demás y en mí mismo. Al ser una serie realista, con pocas concesiones a la teatralidad, muchas de las cosas que veía podía identificarlas a mi alrededor.

4 comentarios:

AkaTsuko dijo...

Está demostrado empíricamente que pensar en posítivo reporta más beneficios que pensar en negativo. Vale que es más guay ir de malote pesimista cínico por la vida, pero ello tiene un precio.

La búsqueda de la perfección no es inútil, lo que es inútil es conseguirla. Pero esa búsqueda sí que es algo totalmente contrario a "inútil". Inútil es rendirse previamente a siquiera comenzar.

Al leer la entrada, por el principio, me había entrado un poco de congoja, pero veo que al final del texto demuestras ser una persona con unas bien atornilladas estanterías en tu cabeza.

Como curiosidad, mis "superiores" teóricos de Psicología, al estudiar sobre el innatismo o el ambientalismo de la conducta, en la actualidad está de moda hablar de un término medio para la influencia de ambos elementos. Personalmente yo le adjudico más importancia al ambiente que a lo hereditario, pues yo a ojo de buen cubero detecto una correlación entre la variedad de conductas y la inmensísima variedad de estímulos.

Barbijaputa dijo...

Te expresas con una claridad acojonante. Y entiendo de lo que hablas más de lo que imaginas.

Un beso.

Biónica dijo...

Ahora definitivamente me han entrado ganas de ver Los Soprano.

Cambiando de tercio, una de las vías para la mejora de uno mismo, y llegar a un saludable autocontrol emocional, suele ser la conciencia de uno mismo. Tener una especie de observador secundario dentro de nuestra cabeza. Saber cómo nos sentimos, qué hacemos en nuestra cabeza... Científicamente, es la forma que tiene nuestro neocórtex de controlar al limbo. Simplemente observándolo.

Claro que todo esto es MUY simplificado. Un día, después de sufrir demasiados años de ansiedad, me di cuenta de que no podía seguir en el mismo estilo de pensamiento. Y ahí andamos.

Pues nada, mucha suerte en tu desarrollo personal :). Me ha gustado mucho tu blog. Un saludo!!

Musing Gamer dijo...

Me resulta sorprendente lo mucho que se parecen nuestras formas de pensar, pero supongo que es una consecuencia directa del hecho de que yo también soy un pesimista obsesivo-compulsivo y demasiado consciente de la inevitabilidad y cada vez mayor proximidad de la muerte/senilidad (física e intelectual). Y sí, caigo con frecuencia en la obsesión/ansiedad y en ver el futuro negro cuando no hay motivos racionales.

Otro motivo (extraño) de ansiedad que tengo bastante frecuentemente, es el cómo utilizar mi tiempo libre. A menudo no consigo disfrutar de él porque tengo la sensación de que debería "estar haciendo algo útil", aunque acabe de salir del curro y limpiar la casa. Me pregunto si a tí también te pasa. :D