viernes, 22 de mayo de 2009

1985.

14 de Mayo de 1985. La Unión Soviética no está dispuesta a acabar en el cementerio de la historia sin resistencia. Después de 35 años de preparación, el Ejército Rojo cruza la frontera con Alemania Occidental haciendo realidad lo que durante años fue un escenario hipotético para los analistas de inteligencia de la OTAN. El verano de 1985 se convertirá en una pesadilla de metal retorcido y vidas destrozadas a medida que los tanques vuelven a enseñorearse de Europa.

Una de mis aficiones es la de los juegos de guerra (o wargames), que suelen incluirse en la categoría de consims (simulaciones de conflictos, lo que cubre más que los juegos estrictamente de guerra, como el Twilight Struggle, pero es también un intento de darle respetabilidad). Como muchos otros juegos de mesa de cierta madurez y con mecánicas que invitan a la estrategia, los juegos de guerra son una forma de ejercitar el cerebro, competir amistosamente y divertirse, pero tienen, además, una buena dosis de narrativa, tanto por el desarrollo (jugar a la guerra con unas ciertas reglas y montar la película en tu cabeza) como por el transfondo (diferentes épocas y la oportunidad de cambiar la historia). La mayoría se suelen centrar en batallas o campañas clave en las que el resultado tuvo un gran efecto sobre la historia posterior, especialmente los napoleónicos o sobre la SGM, aunque también se han producido algunos juegos dedicados a guerras o conflictos ignorados, como la guerra de Angola o, más recientemente, sobre la independencia de Argelia o la guerra civil de Liberia.

El texto en cursiva del principio es mi adaptación libre de la introducción de uno de estos juegos de guerra (World at War: Eisenbach Gap). Publicado hace un año y pico, éste juego pertenece a otra corriente que fue minoritaria pero importante durante la primera Edad de Oro de los juegos de guerra (entre mediados de los 70 y mediados de los 80). La mayoría de los wargames jugaba con el conocimiento, más o menos consistente, algunas escasas veces perfecto, de la composición de fuerzas en conflicto durante los enfrentamientos, sobre todo a escala táctica. A escala estratégica (por ejemplo: juegos sobre la Guerra de Secesión en las que se controla por entero una de las facciones) la cosa variaba por aquello de que el control se ejerce también a escala económica y se puede explotar esto para optimizar tropas de tierra, navales, etc. Además, se sabía el resultado de estos conflictos, el rendimiento en combate de las unidades y otras cuestiones que sólo se podían conocer poniendo a prueba a los hombres y materiales.

La familia de los wargames hipotéticos, como el Eisenbach Gap, que planteaban un conflicto entre el Imperio del Mal (Ronnie Raygun dixit) y la OTAN, por otra parte, asumía muchos factores sobre los que no existía certidumbre, casi siempre (necesariamente, por estar editados y dedicados al mercado estadounidense sobre todo) con un sesgo hacia los EEUU y sus aliados. Afortunadamente, no ha habido que comprobar qué hubiese ocurrido de enfrentarse el Pacto de Varsovia con la OTAN pero es, sin lugar a dudas, uno de los “¿Y si…?” que planean sobre nuestras cabezas arrojando una enorme sombra sobre nuestra sociedad actual. Independientemente de que el juego permita ponerlo a prueba, lo que me resulta más interesante es que se asienta sobre un planteamiento de lo que, técnicamente, se denomina ucronía.

Algo no salió como estaba planeado en el experimento del Dr. Einstein.

El término ucronía tiene un origen francés y significa un tiempo que no existe/existió. A lo largo de la historia, muchos escritores han practicado el género, planteando historias alternativas en las que uno o varios eventos que tuvieron un resultado en nuestro mundo dieron lugar a otro completamente diferente. Normalmente, cuanto más temprano tal evento, mayores repercusiones en el mundo tal como lo conocemos, ya que se alteraría toda una cascada de acontecimientos por no darse las condiciones previas. Este género, lógicamente, es la expresión más refinada y purificada de la ficción especulativa, ya que, aunque parta de planteamientos históricos concretos y específicos, todo el desarrollo, ya sea más o menos plausible (como en las novelas de Harry Turtledove en la que alienígenas atacan la Tierra durante la SGM, forzando a una alianza entre el Eje y los Aliados), sale de las reglas de suspensión de incredulidad propias de un género en el que la física pueda ser alterada (la literatura fantástica y la magia, la ciencia-ficción y los rodeos a la física convencional): se rompen las reglas y, simplemente, se busca dar una continuidad a lo que conocemos alterando el orden de los hechos o desarrollando las consecuencias de una forma más o menos lógica a partir de los cambios que se plantean.

Una de las particularidades del género es que se generó ya hace cientos de año, con referencias en la literatura clásica romana, Tito Livio, partiendo de la idea de que Alejandro hubiese expandido su imperio hacia occidente en lugar de hacia oriente. El planteamiento asumía, para poder desarrollar su narración, que era igualmente probable que se hubiesen dado las condiciones para que el hijo de Filipo de Macedonia hubiese decidido llevar sus falanges hacia el Oeste. Esto plantea algo ciertamente interesante: revela que tradicionalmente hay que atribuir la construcción de las narraciones con un transfondo de historia alternativa a dos componentes fundamentales, que son el libre albedrío y la existencia de ejes históricos.

El primer elemento es autoexplicativo sólo en apariencia. La filosofía y la ciencia, sobre todo con la psicología y la psicobiología, han tratado de determinar durante largo tiempo si el libre albedrío existe de verdad o si, en realidad, disponemos de un cerebro que actúa como un procesador con gran capacidad de entrada pero limitado en su capacidad de salida. Un modelo aproximado funcional tendría que partir de un argumento de matemáticas del caos y asumir que la cantidad de elementos que pueden influir en nuestra conducta decisoria es muy elevada pero, en realidad, el número de respuestas viables a una misma situación es bastante reducido: decantarse por una u otra depende de un conjunto de eventos en los que una mínima varianza (levantarse con el pie izquierdo, más o menos agua caliente en la ducha…) alteraría por completo el resultado. La cuestión, en nuestro caso, es que al plantear una historia alternativa partiendo de las mismas condiciones hasta un determinado punto en la historia habría que plantearse si esas condiciones no ofrecerían siempre el mismo resultado a grandes rasgos.

Ahora bien, el segundo elemento es el que permite hacer la trampa que justifica al primero: los ejes históricos serían tanto las personas como los eventos que justifican generar la línea temporal alternativa en base a que la historia gira alrededor de ellos. Sin Alejandro no habría Imperio Helénico; sin Escipión Anibal habría echado abajo Roma; sin Julio César no habría Imperio Romano; sin Napoleón el status quo Europeo hasta 1914 no habría sido el que era y así sucesivamente con las personas. Apliquemos el mismo razonamiento a los resultados de las batallas y Gaugamela, Cannas, Marengo, Gettysburg y Estalingrado se convierten en momentos que cambiaron el mundo. Pero ¿realmente existen esos ejes históricos en sí? ¿Podemos decir que esas personas en sí mismas eran necesarias, que esos instantes concretos eran imprescindibles para el curso de la historia? 

He aquí uno de los problemas fundamentales del género de la ucronía y la historia alternativa como ficción especulativa: se simplifica la complejidad histórica de forma abusiva, tomando los momentos de cambio más explosivos y los enfrentamientos más dramáticos como el todo, cuando en realidad son sólo una parte. Por ejemplo: Anibal fue vencido definitivamente por Escipión pero sólo después de que el cartaginés se embarcase en su campaña itálica y ocurriesen dos cosas, a saber: a) que Escipión cortase la línea de suministro del Barca atacando por su retaguardia al seguirle desde la península Ibérica y el sur de la Galia; y b) que Quintus Fabius Verrucosus Cunctator (éste último sobrenombre significa procrastinador o postergador, porque reuhía el enfrentamiento directo, y es el origen del término fabiano como indicador de gradual, progresivo) organizase una campaña de ataques no resolutivos para debilitar el ejército de Aníbal sin una batalla campal, lo que acabó por dejar al cartaginés sin sus tropas veteranas por el desgaste. Los romanos no vencieron a Cartago en un día y Escipión no logró vencer a Aníbal tal cual llegó éste a Roma sino que hubo todo un desarrollo complejo de eventos. 

Precisamente, la complejidad histórica se suele simplificar por una tendencia a examinar la causalidad desde nuestro punto de vista. Es muy fácil concluir que la República de Weimar fracasaría como experiencia democrática partiendo del día 20 de Mayo de 2009, ya que hemos observado lo ocurrido a posteriori y podemos interpretar los hechos retroactivamente pero eso sólo demuestra que la causalidad funciona desde nuestra posición: A lleva a B porque A llevó a B. Sin embargo, ¿existe la necesidad histórica para esos eventos? ¿No podría A llevar a C? Para poder deducirlo tendríamos que analizar si la historiografía no cae también en el vicio de los ejes históricos: ciertas personas han tenido una gran relevancia histórica pero su capacidad para influir en la historia ha pasado por la aquiescencia de grandes masas que podían obrar al amparo de un movimiento político, religioso o porque la organización social permitía que un grupo de personas que estuviesen de acuerdo con ese eje determinasen la conducta de masas mayores. 

En el fondo, cuando se aplica el modelo de la ucronía, se halla implícito un modelo que se ha practicado en la ficción a nivel personal como en ¡Qué bello es vivir!, Sliding Doors o en el capítulo Tapestry de Star Trek: TNG, filmaciones en las que se observa la vida de los protagonistas si hubiesen tomado una decisión diferente en un determinado momento. Lo que es válido para la persona, no obstante, es difícil para la historia por que exige la concordancia de un tremendo número de hechos para producir un resultado particular. Desde el presente es fácil predecir las consecuencias de hechos del pasado: los engranajes de la historia encajaron en un determinado momento y, sólo a partir de ese momento, se puede ver un patrón ordenado y previsible, pero las ramificaciones de eventos individuales son imprevisibles, en realidad, ya que desconocemos si sus efectos a escala socio-histórica son acumulativos o no. 

A estas alturas os preguntaréis “¿A qué juega éste? Primero plantea que los “ejes” históricos son un concepto defectuoso y luego que los actos individuales pueden tener repercusiones a escala histórica. ¡Eso es incoherente!” Quizás llegamos aquí al meollo de la ucronía como género y de su validez literaria. La ucronía plantea a una escala colectiva las dudas existenciales que los seres humanos nos planteamos a escala particular acerca de nuestras decisiones, saca los “fantasmas” que llevamos dentro como sociedad, país, mundo. Es el equivalente histórico a “¿cómo habría sido mi vida si me hubiese casado con menganita?” planteado no necesariamente porque creamos que hubiésemos sido más felices, sino por curiosidad o puro divertimento (un motivo más lícito que muchos otros). Eso significa que, literariamente, es un género muy válido, ya que permite ejercer una combinación de creatividad y plausibilidad que pocas otras formas de expresión permitirían. No obstante, además, el género plantea también, aunque de forma más indirecta según los casos, un conflicto clásico: el enfrentamiento entre el libre albedrío y la fuerza del destino. ¿Basta un/a hombre/mujer para cambiar la historia o debe darse también la conjunción de toda una serie de eventos (el destino) para que pueda determinarse una historia alternativa a la conocida? 

En una historia bien construida del género sólo quedan dos opciones: o se plantea una serie de hechos de forma plausible para explicar cómo se ha producido la ucronía o, simplemente, se barre todo bajo la alfombra. Es cierto, eso equivale a hacer trampas, ya que se plantea la variante sin explicar todos los motivos y se deja a la imaginación del lector rellenar los huecos ya que, de forma difusa, su cerebro podrá hacer los cálculos para determinar las ramificaciones necesarias hacia atrás en el tiempo que justifiquen la situación que se presenta, sin embargo, evita que el autor caiga en demasiadas incoherencias si no tiene un conocimiento muy profundo del momento histórico o prefiere evitar hacer malabares para justificar su punto de partida. La cantidad de factores y la repercusión de cada uno de ellos en el curso de la historia permiten esa ambigüedad, ya que desconocemos, a priori, si las acciones de una sola persona pueden producir consecuencias tan relevantes o, incluso, si las acciones de una persona son, en el fondo, una manifestación del Zeitgeist (el espíritu de los tiempos). 

Nuestra sociedad se basa en un caos organizado. La cantidad de energía y/o recursos necesaria para conocer lo que ocurre en un momento concreto en todas partes, o sea, tener información perfecta, es elevadísima. Igual que las teorías sobre conspiraciones son una salida pueril para intentar obtener un consuelo y una paz de mente sobre la base de que alguien sabe qué es lo que está haciendo, la historia es un proceso ciego que resulta de una casi infinidad de factores, decisiones y reacciones sin que haya una mano negra guiando los hechos. La opinión de las masas puede ser y es manipulada, si, pero los cambios instigados en los sistemas sociales también generan propiedades emergentes y esas nunca son predecibles. Desde luego, en este caso, la realidad siempre supera a la ficción.

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Referencias para leer:

Moorcock, Michael:

-The Warlord of the Air.

-The Land Leviathan.

-The Steel Tsar.

 

Newman, Kim & Byrne, Eugene

-Back in the USSA.

 

Dick, Phillip Kindred:

-The Man in the High Castle.

 

Harris, Richard:

-Fatherland.

 

Referencias para Ver: 

Star Trek (Serie Original):

-Mirror, Mirror.

 

Star Trek: The Next Generation.

-Yesterday’s Enterprise.

-Tapestry.

Fatherland (Producción de la HBO, protagonizada por Rutger Hauer).


Referencias para Jugar:

Command and Conquer: Red Alert 1, 2 y 3.

4 comentarios:

Evil Preacher dijo...

«Ucronía», gran término, de etimología griega, inventado por un francés que hacía un calco de otro término inventado por un inglés que era moro.

Estupendo post, con el que comulgo completamente.
Su asunto es similar al que desarrolla E.H. Carr en el capítulo IV de ¿Qué es la historia? donde critica el historicismo, la escuela, hoy completamente superada, que pretendía estudiar la historia creyendo que había hechos que la cambiaban en un momento clave; ¿qué hubiera ocurrido si la nariz de Cleopatra hubiera sido distinta? ¿si Troski no se hubiera acatarrado en aquella cacería de patos, lo que le hizo no asistir a una reunión que Stalin aprovechó para marginarle? ¿y si el mono del rey Alejandro de Grecia no le hubiera mordido en 1920, transmitiéndole una enfermedad mortal, muerte que produjo acontecimientos que acabaron con la vida de un cuarto de millón de personas?

Carr propone que las historia ha de tener en cuenta las grandes tendencias económicas y otros datos más fiables que estas anécdotas: efectivamente, parece difícil creer que los mongoles renunciaran a la conquista de Europa porque uno de sus jefes se constipara la víspera de una batalla, más vale estudiar las causas de su expansión; si elementos puntuales han podido dar un giro radical a la historia en alguna ocasión queda fuera de las posibilidades y de los objetivos de los historiadores su estudio. Es a demás peligroso políticamente, caldo de cultivo para el populismo y la manipulación sentimental de las masas.

Sin embargo, es estupendo en el arte, Borges usa el historicismo constantemente, el primer relato de Historia universal de la infamia< comienza así:
«En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el éxito logrado en París por el pintor oriental D. Pedro Figari, la buena prosa cimarrona del también oriental D. Vicente Rossi, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares, la estatua del imaginario Falucho, la admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film Aleluya, la fornida carga a la bayoneta llevada por Soler al frente de sus Pardos y Morenos en el Cerrito, la gracia de la señorita de tal, el moreno que asesinó a Martín Fierro, la deplorable rumba El Manisero, el napoleonismo arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture, la cruz y la serpiente en Haití, la sangre de las cabras degolladas por el machete de papaloi, la habanera madre del tango, el cadombe...»

Bioy casares visitó una de las ucronías más clásicas ¿qué hubiera pasado si Cartago hubiera prevalecido sobre Roma?

En el caso de los juegos, la posibilidad de la ucronía es obligada, ya que los diferentes participantes han de tener similares oportunidades de ganar y, si todas las formas de ficción simplifican la realidad y tienen un prurito de verosimilitud que la realidad ignora, los juegos aún más que la narrativa, al limitar a los jugadores con reglas más rígidas que las que se autoimpone un escritor.

Me permito añadir un título a los que propones, una serie que estimo muy mala, pero que se basa únicamente en el mecanismo de la ucronía: Quantum Leap.

AkaTsuko dijo...

Una disgresión muy del corte informativo/cultural que tiene precisamente aquí arriba el Predicador.

Gracias a los links a Boardgamegeek cada vez me animo más a investigar entre sus contenidos. Es sorprendente el mundo que hay más allá del Risk con el que nos conformamos aquí. También admiro lo cuidado de los diseños, da qué pensar sobre si deberían llamarse simplemente "juegos".

Illuminatus, ¿tienes en tu poder juegos importados de los que salen en la web? En caso de afirmación, ¿conoces a gente con la que jugar?

Illuminatus dijo...

Observaciones: Quantum Leap no sé si entraría exactamente en el patrón ya que existe un sesgo muy concreto por el que el Doctor Beckett debe realizar acciones concretas para poder saltar. Se busca una versión concreta de la historia de cada persona sustituida por Sam. El elemento de mano divina, por denominarlo de algún modo, se me antoja un fraude argumental.

Más apropiada, por otra parte, sería Sliders, que partió con la premisa argumental de las visitas de los protagonistas a diferentes universos alternativos en los que la historia había sido bien distinta. Si no la incluí fue porque me parecía irregular en su calidad y el desarrollo episódico negaba la posibilidad de realizar un buen estudio de las causas de los cambios.

Lo cierto, Akatsuko, es que tenía costumbre de escribir este tipo de columnas pero decidí, durante un tiempo, dejarlo un poco de lado porque había perdido la motivación y se me hacía más parecido a avanzar entre el barro que a patinar, por usar una metáfora vulgar.

En lo que se refiere a los juegos, si te interesa encontrar gente en España, es más facil acudir a la BSK (Sociedad Británica para el Conocimiento, vete a saber de dónde sacaron el chiste), que cubre el territorio nacional. Normalmente, juego con mis amigos pero los de la BSK están dispersos por todo el país. Si quieres recomendaciones, mándame un correo (dirección en el perfil) y ya te hago comentarios más concretos.

Musing Gamer dijo...

Si no recuerdo mal, te gustaba (como a mí) el trabajo de Mamoru Oshii, así que imagino que estarás familiarizado con su Kerberos Saga (de la que aquí creo que únicamente nos ha llegado Jin Roh).