martes, 24 de agosto de 2010

La Carga de Pickett.

A nada que hayáis leído el blog más de un par de veces tendréis idea de mi afición por la historia en el aspecto militar. La historia militar justifica la mayoría de las veces a Carl von Klausewitz y su aforismo de que la guerra es la continuación de la política por otros medios. En ese sentido, la guerra como acción no tiene sentido desconectada de la dimensión política y económica de los participantes: las motivaciones son políticas (lo que tiene que ver con la forma de estado a su vez: no son las mismas causas la guerra promovida por unos intereses de una monarquía que por un estado democrático, aunque en ocasiones el componente económico-territorial ser muy fuerte) y las limitaciones son las que impone la economía (una guerra, normalmente, está ganada o perdida según los recursos que pueda movilizar el estado, lo que explica los resultados de la Segunda Guerra Mundial para Japón, especialmente, y para Alemania, al fallar en la captura del Caucaso y los campos petrolíferos de Bakú; o los de la Guerra de Secesión).
Yendo al terreno táctico, a la escala de las batallas y los hombres que en ellas participaron, por otra parte, se pueden contemplar numerosos ejemplos de valentía desesperada (la maniobra de los griegos en Maratón fue tremendamente arriesgada, dada la desigualdad de fuerzas y la distancia, unos 200 metros, a recorrer cargados con el equipamiento completo del hoplita), sentido del deber abnegado (los marinos españoles luchando hasta el fin mientras los franceses, empezando por el almirante Villeneuve, se desentendían del asunto) y de una estupidez desmesurada (el caso de la carga de la Brigada Ligera es especialmente sangrante: la gesta fue el producto de una mala interpretación de órdenes deliberada por parte del Earl de Lucan instigada en buena medida por el desafect que le tenía a su cuñado, Lord Cárdigan, comandante de una de las unidades de caballería bajo su mando). Sin embargo, también hay casos que no acaban de quedar claros, como el de la Carga de Pickett, ocurrida en el último día de la Batalla de Gettysburg.
La batalla de Gettysburg duró tres días y enfrentó a lo mejor de la Confederación, el ejército del Norte de Virginia, comandado por Robert E. Lee, con varios cuerpos de ejército del ejército del Potomac de la Unión dirigidos por el general George G. Meade. Meade no logró la fama o el reconocimiento que lograron otros generales de la Unión, como Sherman (por lo implacable) o Grant (por su combatividad y dar la puntilla al ejército confederado) pero en Gettysburg resistió y frustró la última ofensiva estratégica de la Confederación (de hecho se estableció aquí lo que se denomina la High Water Mark de la Confederación, el punto al que más lejos llegaron los sudistas). En cambio, Lee tiene prácticamente aura de santo para muchos estadounidenses y su reputación como general es algo que resuena en miles de biografías que rozan lo abiertamente hagiográfico. Es, precisamente, la Carga de Pickett, lo que pone en cuestión hasta que punto Lee era un oficial tan brillante como se le considera.
Esencialmente, la carga de Pickett consistió en una maniobra de asalto frontal de infantería de las líneas de la Unión para forzar y romperlas. Esto ocurría en el tercer día de la batalla de Gettysburg, después de que en los dos días anteriores hubiesen tenido lugar duros combates. Las líneas de la Unión en el punto de asalto, en el centro del despliegue sobre el campo de batalla, se hallaban razonablemente bien atrincheradas y disponían de la protección de varios elementos del terreno, como un muro lindero de piedra y vallados de los campos en que se encontraban.
El plan de asalto confederado era simple como un cubo boca abajo: un bombardeo preparatorio de la artillería precedería a la salida de las unidades confederadas del bosque en el que se hallaban a cubierto. Las tres divisiones de la Confederación cruzarían los tres cuartos de milla que les separaban de las líneas de la Unión y contactarían con las líneas nordistas por el centro, que combatirían para alcanzar y tomar la Colina del Cementerio (Cemetery Hill), objetivo del día anterior.
Teniendo en cuenta que el terreno entre el bosque en el que se hallaban protegidos y el Muro de Piedra estaba despejado y que los federales se hallaban bien atrincherados para poder disparar contra ellos, el resultado era de esperar y hasta el mismo general Longstreet, mano derecha de Lee en la batalla, expresó su opinión al respecto:

General, I have been a soldier all my life. I have been with soldiers engaged in fights by couples, by squads, companies, regiments, divisions, and armies, and should know, as well as any one, what soldiers can do. It is my opinion that no fifteen thousand men ever arrayed for battle can take that position.

(General, he sido un soldado toda mi vida. He estado con soldados envueltos en luchas por parejas, por escuadras, compañías, regimientos, divisiones y ejércitos, y debería saber, tan bien como cualquier, lo que los soldados pueden hacer. Es mi opinión que no hay quince mil hombres dispuestos para la batalla que puedan tomar esa posición.)


Las unidades confederadas sufrieron alrededor de un 50% de bajas y fue un golpe psicológico del que ni la Confederación ni Lee lograron recuperarse. Las esperanzas del general que había vencido a la Unión tantas veces antes se demostraron excesivas frente a una situación en la que el enemigo estaba resuelto a resistir y tenía una posición sobre el terreno de ventaja para el enfrentamiento. Sencillamente, puede decirse que Lee fracasó de puro éxito.
Además de sus efectos inmediatos sobre la moral y la resolución para luchar del ejército confederado, la carga de Pickett se convirtió en uno de los elementos que han sido estudiados y revisados en cientos e incluso miles de libros sobre la batalla y uno de los totems de los defensores de la Causa Perdida de la Confederación. Como tantos otros momentos dispersos de valor, desesperación, estupidez o crueldad, se convirtió en una llamarada de gloria, un mito histórico al que aferrarse para reclamar una identidad colectiva.

miércoles, 18 de agosto de 2010

El Botín de Dublín + Las malvadas Farmacéuticas.

Se me hacía de una pereza infinita el volver a escribir pero quizás por eso mismo necesitaba vacaciones fuera. Mi sobrino tuvo el detalle de acogerme otra vez en su casa en Dublín y su novia (este apartamento era otro significativamente peor, pero el amigo que vivía con ellos se volvió a Madrid y ya no podían permitirse aquel lujazo de casa, ¡ays!) y él me tuvieron a cuerpo de rey en la semana larga que he pasado con ellos. No puedo quejarme para nada*, salvo por el pequeño detalle de que habitualmente me metían en medio de sus discusiones, que a veces se volvían tan absurdas que me parecía estar en Pepa y Avelino Dublin Edition.

Fig. 1. Botín: sección libros y series en DVD. Un poco de algo que ya conozco (Pratchett,Dick y Morgan, de quien un amigo me prestó Altered Carbon, un buen libro; los tomos de Fables, de los que ya me ventilé los dos primeros y me gustaron muchísimo) un poco para probar (Baxter y Reynolds y la antología de Noir). Las series, de mis favoritas (Tina Fey, te amo; Vic Mackey, a ti también pero de forma no homosexual. O si. No sé). Ya os contaré qué tal está la de Brotherhood pero pinta bien.


Fig. 2. Botín: sección juegos. Juego de puteos de los gordos. Me estuve leyendo Ricardo III mientras estaba con mi sobrino y algo tendrá que ver. No soy así. En serio.

Como el año pasado, éste también he vuelto con un considerable botín de libros y series en DVD más un juego de mesa que me interesaba de un tiempo a esta parte (pero que en realidad encontré en la tienda que fui a visitar poco más o menos de pura suerte, ya que ni esperaba que lo tuvieran). Con esto me aseguro unos cuantos meses de entretenimiento barato mientras languidezco en mi tedio de parado descontento (o algo así, porque lo de salir a correr por las mañanas y prepararme el examen de primer Dan de Karate no me lo quita nadie y ya veremos si empiezo a aprender a conducir y esas cosas necesarias para la vida moderna).
En lo concerniente al propio Dublín, pasear, ver cosas pero poco más. No es una ciudad que tenga muchas cosas y una vez visto todo lo que hay que ver, incluída la vida nocturna, se queda en poquita cosa si no vives allí y vas de turista, pero se agradece el descanso. Ah, si, estuve de visita en el Museo Nacional de Historia Natural. Es poco más que una colección de ejemplares disecados, bien organizada, eso si, y muchos de ellos provenientes de donaciones de cabezas obtenidas en safaris y ese tipo de cosas pero la verdad es que a mí me sirvió para reverdecer un poco mis conocimientos de zoología y morfología y sus bases ecológicas y evolutivas y si no tienes demasiada idea de estos temas, siempre resulta interesante ver la diversidad animal. Naturalmente, echaba en falta una sección de reptiles y serpientes (¿sabéis por qué?).

Para compensar, el viernes estuvimos de excursión en los acantilados de Moher. Están en el otro lado de la isla y son una vista impresionante que merece verse. La excursión en sí podía haber ido mejor con alguna parada menos (y mejores carreteras) pero estuvo bastante bien y tengo algunas fotos por ahí que transmiten bastante bien lo impresionante de las vistas.
Fig. 3. Mogollón de metros todos para abajo, lo menos 100. Decía el guía que venían muchos a tirarse. Nos ha jodido: éxito seguro.

Fig. 4. Impresionan de verdad. Me hubiese gustado tener una cámara con un objetivo telescópico gordo para poder observar los nidos de las aves. Había hasta frailecillos.

*Falso, si había una cosa de la que quejarme: esos salvajes comepatatas no saben lo que son las persianas y las ventanas de mi sobrino estaban orientadas hacia el punto exacto del Sureste por el que se alzaba el sol. Casi todos los días me despertaba a las 7 y media por el puto sol. Hay que joderse, ir a Dublín y que haga tan buen tiempo que no puedas dormir a pierna suelta.
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Me gustaría comentar un par de cosas a raíz de un par de cosas que han ido surgiendo en un hilo sobre homeopatía de un foro en el que participo. Me plagio a mí mismo (dando formato a lo que corresponda, claro) pero con buen motivo: uno de los argumentos más usados para defender toda esa mierda del naturismo y la homeopatía es el de los efectos secundarios de los medicamentos. Me parece muy importante dejar algo claro (y de paso dejar claro que he amortizado el máster y que en la empresa me lavaron el cerebro :P ).

Por aquello de los efectos secundarios y lo malvadas malosas que son las compañías farmacéuticas:
-TODO xenobiótico tiene efectos secundarios: cualquier cosa que introduzcas en el cuerpo que no pertenezca a él tendrá efectos indeseados más allá de su principio activo. La mayoría de las substancias de origen natural que se han empleado durante siglos tienen efectos secundarios y afectan al organismo, tanto más, en tanto que al no estar purificadas como principio activo a éste lo acompañan productos secundarios del matabolismo de la planta (pues la mayoría son de este origen).

De hecho, la mayoría de las plantas de consumo habitual en la dieta humana tienen componentes indigestos y/o tóxicos, motivo por el que la harina de almortas empleada para las gachas debía cocerse largo tiempo, lo mismo que la mayoría de las legumbres (inhibidores de proteasas). Otro caso similar ocurre con la mandioca o cassava (Manihot esculenta), que tiene glucósidos cianogénicos (o sea, formas de azúcares que se rompen y liberan cianuro) y con muchas otras plantas que se han domesticado.

Muchos de esos remedios naturales (o naturistas, más bien), producen efectos de estimulación de los citocromos de detoxificación del organismo para poder copar con los productos secundarios que llevan y pueden hacer que una terapia convencional no funcione precisamente porque se toman esas infusiones y brebajes sin consultar al médico, el farmacéutico ni a nadie. No quiero ni contaros la risa cuando afectan a los citocromos que detoxifican los anticonceptivos y se cargan éstos antes de que pueden tener efecto o hacen que un anticoagulante no funcione correctamente y haya que elevar la dosis al paciente, que tiempo después deja de tomar los "calditos" y sufre misteriosas hemorragias. Estas interacciones se conocen entre fármacos y la mayoría de médicos, aunque sólo sea porque siguen los catálogos, no recetan ciertas parejas de ellos pero cuando se toman misteriosas pócimas, la responsabilidad ¿de quién es?

-Llegamos al otro punto: todos los fármacos tienen riesgos no previstos en los prospectos que los acompañan y debidos a las diferencias genéticas entre poblaciones e indivíduos. Sencillamente, los seres humanos somos diferentes a nivel molecular y por pura estadística, en los ensayos clínicos, no entran personas con todos los genotipos y fenotipos, por lo que es normal que aparezcan efectos secundarios graves tiempo después de aprobarse medicamentos concretos. De hecho, es una de las bases de los medicamentos para afroamericanos o asiáticos, etc., tema que hasta aparecía en algún episodio de Urgencias y o de House. No se trata de conspiraciones, sobornos o manos negras: no hay que atribuir a la malicia lo que explica la estupidez (o sólo la estadística).

Para poder seguir esto, las farmacéuticas, esas compañías tan malas malosas, tiene departamentos de farmacovigilancia que siguen y monitorizan esas incidencias. Son un negocio, cierto, pero ejercen ciertas responsabilidades precisamente para seguir en el negocio y se hallan bajo regulaciones muy duras que ya querríamos para otros sectores de la economía.

lunes, 2 de agosto de 2010

Weirdness is after me.

El mismo fin de semana después de mi buen/mal día, acabé rompiendo una de mis propias reglas de comportamiento de forma deliberada y concienzuda: bebí solo. Hay muchas formas de beber solo, eso está claro, y la mayoría de ellas hasta incluyen el ir a un bar y estar rodeado de gente a pesar de que eso sólo es una cortina de humo para no reconocer que estás bebiendo solo. Me da igual que los que te rodean sean los habituales del lugar, que te conozcas todos sus nombres y al barman y su vida: hay una forma muy reconocible y evidente de beber solo que se puede reconocer sólo con verla.
Por fortuna o por desgracia, mi capacidad para el autoengaño no llega tan lejos. Bebí solo a conciencia y con ganas, porque lo que quería era, en el fondo, purgar lo que llevaba dentro, cosa que conseguí. Vaya si lo conseguí. Si no habéis tenido la experiencia de meteros los dedos en la garganta para poder evitar absorber el alcohol que todavía tenéis en el estómago ya os puedo decir que no os perdéis nada.
A la mañana siguiente, claro, llegó el momento de tomar decisiones. Si, ya sé que lo normal es que la resaca te esté asesinando, te hagas promesas de no volver a beber, que no puedas ver la luz y todo eso pero había evitado la jaqueca bebiendo agua después de "desbeber" los espirituosos y eso evitó la deshidratación (que es lo que mata), si bien el estómago aún me daba vueltas. La cosa funcionó, de todas formas, y es por eso que ahora salgo a correr, que he reconducido asuntos pendientes y que veo las cosas de otra forma, quizás no más positiva que antes pero si más fría y equilibrada, para bien y para mal.
Es curioso como muchas veces un cambio de actitud y de ver las cosas puede resultar lo que necesitas en tu vida pero también es muy curioso cómo descubres ciertas cosas a tu alrededor con sólo un poco de atención. Aunque hago un hábito de fijarme en ese tipo de cosas, el lunes de la semana pasada me ocurrió con un anuncio, como me había ocurrido con un par de restaurantes algo antes y para lo que dejo constancia (aunque espero que me disculpéis lo borroso de la cámara del móvil):
¿Publicitando el local a los clientes o cristaleros manazas?

El Humor que nunca pasa de moda.

No se cortan: ¡Zas! ¡En toda la boca!