sábado, 3 de enero de 2009

Los Rostros de la Ciencia.

Aparte de la obvia pereza para escribir que me han generado otras tareas más fundamentales a las que dedicar el tiempo (un curso de doctorado, fundamentalmente)  y las fechas en la que estamos, me temo que mis problemas de actualización también han tenido que ver con problemas de hardware que debo agradecer a la durabilidad de los productos coreanos (ni uno me ha salido decente, malditos sean).

Lo cierto es que en este tiempo se me han juntado suficientes historias como para escribir algo decente: el contenido y la calidad del curso de doctorado; el tema que mencionaba AkaTsuko en su comentario a la columna pasada sobre investigar acerca de asuntos incógnitos; o sobre los científicos, la ciencia y la forma en que nos ven los que no son del entorno. Lo cierto es que prefiero dejar los dos primeros para más tarde, ya que sin duda le sacaré más partido cuando tenga más ganas  de extenderme y de organizar mis ideas de forma más coherente. Además, sin duda es un tema que me toca más de cerca.

La imagen pública de las personas dedicadas a la ciencia suele estar basada en dos modelos diferentes e igualmente simplistas: bien el del geek tirando a asocial o bien el tipo comprometido que, normalmente, está en los medios. Lo cierto es que, aunque la gente que se dedica a la ciencia trata con cuestiones que a la mayoría de la gente ni se le ocurre, eso no significa que sean cerebritos ni el doctor Quest, más bien son personas bastante normales y corrientes y algunas de ellas incluso rematadamente aburridas y vulgares. Lo que la mayoría de la gente no parece entender es que la ciencia y el mundo científico es un reflejo de la sociedad que lo produce. 

He tenido bastante tiempo y oportunidades para comprobar que en el mundillo científico no existe un estado de iluminación que eleve a la gente que se dedica a ello sobre el resto de los seres humanos. Las envídias, las inseguridades, las ganas de figurar, la ganas de medrar, los egos desmesurados, las torpezas sociales, la paranoia... todo ello acompaña a la gente que se dedica a la ciencia del mismo modo que en cualquier oficina, cualquier empleo. Porque en el fondo, la ciencia no deja de ser más que un empleo cualquiera en el que las diferencias se basan en el trabajo que uno hace pero no en las personas que lo hacen. La transcendencia, la repercusión de ese trabajo, normalmente, no será épica, sólo será un ladrillo más en un inmenso edificio de conocimiento. El hecho de que la comunidad científica sea más reducida que otras no significa que todos los científicos sean estrellas, sólo que hay un número menor de ellas.

Si acaso, uno de los problemas del entorno científico es que la competencia puede sacar lo peor de las personas, lo que hace que sea facil ver comportamientos que uno consideraría más acusados en el mundo de los negocios en unas disciplinas que, al menos teoricamente, se basan en la colaboración, el apoyo muto y el intercambio de ideas. Esto mismo, claro, es válido también para la calidad del empleo y la explotación laboral. Los jefes son muy diversos y algunos de ellos exprimen a los empleados tanto como cualquier jefe cabrón de otro mundillo. Nuevamente, la ciencia es un reflejo de la sociedad que lo produce y cuando hay fondos limitados para becas, proyectos y demás, el conseguir los mejores resultados (o la reputación de los mejores resultados) obliga a ir a por todas.

Ojalá puediese decir que lo normal es que la gente que se dedica a la ciencia es como aquellos con los que he trabajado pero no es así. Existe la misma densidad media de cabrones por cada cien personas que en cualquier otro trabajo. Es una lástima que no enseñen en las facultades que antes de ser biólogo/químico/físico/médico/lo-que-séa, hay que ser persona.

1 comentario:

AkaTsuko dijo...

Jeje, veo que mis plegarias blogueras han dado sus frutos. Mil gracias por la mención y mil perdones si he sido algo pesadete. Estaré muy atento a esa entrada sobre el curso de doctorado, otro tema que representa incógnitas para mí, cursos de post-grado, "másters", especializaciones... Así lo único que se me ocurre al intentar imaginarme cómo son, se me vienen a la mente clases en las que todos y cada uno de los datos allí impartidos son 100% útiles. Clases en los que los contenidos van "al grano" en todo momento. En pocas palabras: diametralmente opuestos a las asignaturas optativas y las de libre elección universitarias.

Sobre el tema que ocupa la primera entrada de 2009, una vez más, una exposición realista que agradezco. Al principio cuesta pensar e imaginar a los "batas blancas" fichando, comentando el partido del día anterior, envidiándose unos a otros, y no representándolos debatiendo con fervor mientras mesan sus barbillas con el brazo apoyado en el otro.

Un saludo, Illuminatus.