Después de licenciarme, una de las cosas a las que le he dado más vueltas es cómo los años de licenciatura me cambiaron a mí. A menos que una persona tenga la consistencia psicológica de un tarugo de madera, lo habitual es que las experiencias por las que pase y que le causen un cierto impacto emocional modifiquen su conducta y su personalidad, no necesariamente de forma radical, pero si lo suficiente como para que se aprecie desde fuera. Una licenciatura universitaria es una de esas experiencias que, casi forzosamente, obliga a invertir tanto tiempo y esfuerzo en ella que el que sale no es el mismo que el que entró.
Recuerdo que, cuando entré en la facultad, mis propósitos profesionales y vitales eran muy diferentes de los que he conseguido y los que me planteo ahora. Eso es normal, por otra parte, y les ocurre a las personas, con estudios universitarios o sin ellos, aunque sólo sea por la progresión de la edad (salvo deshonrosas excepciones, claro), pero en una licenciatura ocurre de forma diferente porque las asignaturas, las ramas de conocimiento y las decisiones que tomamos en base a ellas muchas veces nos revelan cosas con las que no contábamos acerca de nosotros mismos y de nuestra profesión. Porque eso sí, quiera uno o no, su licenciatura es una formación para una profesión concreta (otra cosa es que acabe desempeñandola).
Esas sorpresas, algunas frustrantes, otras agradables, toman un valor u otro según la personalidad de cada uno pero al final sus ideas preconcebidas acaban chocando con la realidad. Hacia tercero me cansé de contar las asignaturas que me habían decepcionado con contenidos que habrían aburrido a un muerto y en segundo ya tenía noticia de qué profesores iba a amargarme las asignaturas en el futuro. Así el ciclo de la vida del universitario se repite de generación en generación y cuando uno tenía esperanzas de poder aprender y disfrutar de una materia acaba aborreciéndola. Como consecuencia indirecta, claro, viene el que lo que uno pensaba que quería hacer con su licenciatura, acaba por no tener nada que ver con lo que realmente quiere hacer. Pero, ¡ay!, si todo terminase ahí...
De verdad, las personas que tienen su vida trazada con tiralíneas desde el principio hasta el final me dan aprensión. He conocido a gente cuyo propósito al entrar en la facultad era llegar a convertirse en investigadores del cáncer y lo han conseguido, o por lo menos están en camino, y resultaban personas completamente aburridas y previsibles. La expresión que me traían a la cabeza era que eran personas de las que follaban con los calcetines puestos, haced de ello lo que queráis. Para compensar, o algo, estaban también los que no tenían ni puta idea y que entraban rebotados de enfermería, medicina, farmacia... claro que esos tampoco duraban demasiado. Más o menos como los que creían que Biología era como una veterinaria y se podrían dedicar a cuidar de perritos y gatitos. Ahora bien, los que no tienen personalidad y se dejan llevar me parecen el otro extremo del espectro de lo lamentable y patético. Claro que resulta que de esos hay un buen montón, porque me faltan dedos en manos y pies para contar los casos de gente que con un transfondo familiar más bien privilegiado se adherían a la moda (bastante habitual en facultades de ciencias de la vida) del jipijismo o todo lo contrario y siendo unos quiero-y-no-puedo se echaban en brazos de Calvin Klein y los putos bolsitos de Tous (en mi opinión la más baja combinación de ñoño y pijo que se ha creado jamás).
La cuestión, por supuesto, es que si los que llevaban su vida con tiralíneas necesitaban sacarse el palo del culo antes de lesionarse internamente, porque lo más normal es que cuando una de esas personas tiene que enfrentarse a una crisis vital de las gordas acabe con su vida hecha pedacitos y sin saber qué coño chocó con él, los que se las apañaban para encajar en un grupo u otro, los que mostraban cierta adaptación, mostraban una flexibilidad que sólo puede traer a la memoria a las grandes estrellas del porno en su género de la doble penetración. Claro, la licenciatura me ha cambiado pero creo que hay un término medio en todo.
Ahora para mí es una gracia el verlo todo desde la distancia y conociendo los patrones, las revoluciones y vueltas que ejecutan los artistas de antemano porque son las mismas que han sido repetidas cientos de veces antes. Es cómico (si bien en un sentido a lo Schadenfrude) saber que más pronto que tarde, sobre todo con la primera tanda de exámenes de Febrero y los primeros suspensos, para muchos de estos imberbes que creían ser tan listos por haber pasado la Selectividad llega el duro invierno y que todavía les quedan años por delante. Con un poco de suerte, aprenderán algo, se formarán como personas y decidirán hacer con su licenciatura algo más que tener un título universitario como cuaquier otro.
Es una lástima que el progreso en la formación de investigador sea una maldita especialización constante y que al final uno olvide la mayoría de las cosas que aprendió al principio pero, en el fondo, y creo que ese es un aspecto inesperado de la deformación profesional, uno luego aprecia muchas de las cosas a las que no se ha dedicado profesionalmente.
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4 comentarios:
La verdad es que tienes razón en muchas de las frases que escribes.
A mí la carrera me cambio profundamente la manera de entender las cosas y de entenderme a mi mismo.
Pase de querer dedicarme a trabajar en el mundo biólogo-ambiental, por convertirme en un ratón de laboratorio que tiene el mundo situado unos pocos centímetros por debajo de su microscopio.
Ahora mismo si que experimento lo que es deformación profesional, porque trabajar en un laboratorio lo cambia todo, vives en un mundo aparte, trabajas en algo que nadie sabe (ni entendería, por mucho que le explicases)...pero que a todo el mundo llama la atención...
En fin...ánimo con el blog, que veo que empiezas en esto ¡¡
Me encantan las entradas realistas.
Es jodidamente interesante el hecho de que muchas personas entren convencidas a la universidad de que su licenciatura conlleva caminar por un sólo camino. Creen que una licenciatura te permite conducir por un carril privado y cómodo, al márgen de los otros conductores. A mí me gusta mucho poner como ejemplo (es un poco cutre pero en fin) los concursos de la televisión. Cuando van a presentar al concursante, hay algunos programas que mencionan los estudios y la profesión que desempeñan en la actualidad. Todavía no he escuchado de un concursante que los dos campos coincidan. Abogados bomberos, publicistas azafatas, filólogos dependientes de librería, médicos (médicos!) de ayudantes limpiando bocas en un dentista...
No, si para algo estan las asignaturas coñazo que te hacen pensar "¿pero esto de qué me va servir en un futuro laboral?". No te sirven en un futuro, te sirven en el presente, para que te des cuenta que nunca vas a hacer lo único que te imaginas, por mucho esfuerzo e ilusión que le pongas.
¿La próxima entrada qué se va a poner a la palestra, Illuminatus? ¿Asignaturas de libre elección? ¿Los trepas en los laboratorios? ¿La rapiña de los departamentos por el presupuesto de la facultad?
Estaré atento.
¿La próxima entrada qué se va a poner a la palestra, Illuminatus? ¿Asignaturas de libre elección? ¿Los trepas en los laboratorios? ¿La rapiña de los departamentos por el presupuesto de la facultad?
XD. Habrá algunas de las categorías que mencionas pero la siguiente será un poco más personal y consecuente con las que he trazado por ahora.
Por cierto, Sonicando, bienvenido. He de decir que tengo bastante más experiencia en esto de los blogs pero por eso me lo tomo con calma.
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