Hace ya un año y dos semanas, más o menos, entré a trabajar con uno de los grupos de investigación del área de Fisiología Vegetal de mi facultad. Hasta donde a uno le puede llegar la suerte, la verdad es que a mí no me fue mal: de recién licenciado a un puesto de trabajo en investigación y mileurismo acomodaticio. Otros tienen que pasar años en el desierto del paro o resignarse a un trabajo que nada tiene que ver con lo que estudiaron, así que en realidad estaba en el momento apropiado y en el sitio apropiado para poder explotar mi expediente y mi título.
Durante este año he aprendido bastantes cosas. Las técnicas y propias de la profesión darían por sí solas para páginas y más páginas y, en un buen número de casos, aprendidas a base de pifiarlas las primeras veces; un método de aprendizaje tan bueno como otro cualquiera cuando tienes una vena obsesivo-perfeccionista. De todas formas, eso es más... trivial, porque el trabajo de laboratorio lo podría hacer un simio entrenado.
No, en realidad las cosas importantes que he aprendido en este año de trabajo han sido las genéricas, aquellas que uno puede emplear en cualquier área de su vida y no sólo en su empleo concreto. De todas ellas, sin duda, la que creo que más importancia han tenido son las de gestionar el tiempo y tratar con la gente a nivel profesional. Desde la posición de alumno uno no percibe una serie de matices sutiles que hay en la relación con los demás cuando hay un contrato (y dinero, claro) de por medio a cambio de su tiempo, sus capacidades y su actividad.
Con un contrato de por medio no se valora del mismo modo que estudiando: no es lo mismo tener que levantarse a las siete para ir a clase que para ir a trabajar y poder salir antes y aprovechar la tarde; no es lo mismo perder una hora en la biblioteca sin hacer nada que perder una hora en el laboratorio sin poder hacer nada util. El trabajo en ciencia tiene la gracia de que los resultados son bastante resolutorios: uno puede dedicarle horas pero al final tiene algo con lo que justificar el tiempo invertido y sentirse satisfecho (o no) pero eso hace que el tiempo de vacío sea agónico.
Lo de las relaciones personales a nivel profesional... He tenido la fortuna de conocer a gente muy competente y a las que aprecio como personas además de profesionales pero también la mala suerte de haber tratado con alguna gente que con más de 40 años se comportan con una falta de madurez impropia de su edad: no hay nada peor que gente con inseguridades con un cargo de responsabilidad. Después de comprobar de primera mano la mezquindad de ciertas personas que buscan compensar su incompetencia con el juego sucio y que han explotado a la gente que ha trabajado para ellos, es difícil ver el mundillo como antes. Sin duda, uno de los peores efectos de la competencia en investigación es la cantidad de egos heridos que hay en la profesión y que al llegar a puestos de importancia la gente que rodea a estos engendros se vean atrapadas por estos marrones.
Aún con todo, a pesar de las frustraciones, del tiempo muchas veces invertido para nada y de una cierta sensación de que la vida me pasaba de largo, creo que sin lugar a dudas lo que más me importa de todo lo que he aprendido de este primer año de profesión es que uno debe contar con el fracaso desde el principio y a pesar de todo seguir adelante confiando en la suerte. Y es que la suerte vale más que la experiencia.
sábado, 1 de noviembre de 2008
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4 comentarios:
Por culpa de un patinazo tuve que borrar mi anterior comentario. Nada grave.
Ah! esos largos y tediosos tiempos de espera de resultados en el laboratorio!. De mi escaso conocimiento, he oido hablar (y conozco el proceso) de las tinciones. Meter, remojar, sacar y repetir...y repetir... y repetir.
En el primer año universitario (dos en mi experiencia) los alumnos vienen crecidos de haber superado la selectividad, tienen totalmente calculada su trayectoria profesional y de cuando en cuando manifiestan una falsa modestia que no se creen ni ellos (en fin, me conformo con cualquier cosa...) pero hasta que no tienes el papelajo de licenciado, la venda de la ignorancia te impide ver la realidad, surge el optimismo infundado.
Hasta en la rama de las ciencias se encuentran casos de "desiertos" laborales. ¿Cúantos bomberos y comerciales tienen su pedazo de licenciatura con matrícula de honor? Mi compañero de piso tiene una tía médico (con matrícula de honor en todo) que tardó 6 años en entrar a n hospital. Y mientras tanto, limpiando bocas en una clínica dental.
En resúmen, tras la primera universidad, llega la segunda universidad. La universidad laboral.
Muy cierto lo de la suerte. Universalmente, para conseguir lo segundo, necesitas que lo primero haga aparición.
Un saludo.
En el primer año universitario (dos en mi experiencia) los alumnos vienen crecidos de haber superado la selectividad, tienen totalmente calculada su trayectoria profesional y de cuando en cuando manifiestan una falsa modestia que no se creen ni ellos (en fin, me conformo con cualquier cosa...) pero hasta que no tienes el papelajo de licenciado, la venda de la ignorancia te impide ver la realidad, surge el optimismo infundado.
¡Uy! Eso tiene que ver con otra cosa que comentaré más adelante pero me suena mogollón.
Änimo con esta nueva singladura blogueril. Yo, por mi parte, te envidio; me encantaría tener un trabajo mecánico y sin responsabilidad ninguna.
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