Las objeciones objetivas tienen que ver con ciertas medidas de seguridad de las que carecen y que son necesarias en caso de tener material inflamable/explosivo (como las bombonas de gas para los fogones de la cocina, por ejemplo) o instalaciones que alojan niños (seguros y esas cosas de responsabilidad civil, vaya). Aunque se ha organizado, no se ha organizado del todo bien y esas son cuestiones importantes para evitar contingencias que sólo restarían credibilidad y buena reputación al movimiento. Si la seguridad no es lo primero, mal vamos.
Por mi parte, habría que pasar a un segundo grupo de objeciones que son más relativas pero no insignificantes:
-Lo que se ha formado en torno al campamento: es cierto que la gente acampada necesitará sus actividades para pasar el tiempo pero creo sinceramente que debido a la mezcolanza de algunos de los grupos que se han adherido al movimiento 15M, el campamento pierde la sensación de ser un emplazamiento de reivindicación socio-política para convertirse en una especie de evento festivo, como una especie de mercado hippie con comuna. En ese contexto, lo de la zona de la espiritualidad, lo del reiki, el huerto, el rollo vegano y otras iniciativas perrofláuticas me parece que dañan la consistencia de la imagen del movimiento por la democracia real y parezca un intento de promover una agenda magufo-jipiosa más que un intento de obtener unas reformas sociales y legislativas reales.
Es más, creo que esto, tanto como los motivos objetivos que señalaba arriba, puede alienar a una buena parte de la gente que apoya la iniciativa de democracia real. Estas magufadas suelen ir siempre acompañadas de una actitud santurrona y pseudorreligiosa que acaba por excluir a aquellos que no son suficientemente puros porque comen carne o no creen que las terapias alternativas deban estar a la misma altura que las terapias convencionales con una ase científica sólida, etc.
-La inercia del método asambleario y la dispersión del esfuerzo: si, es cierto que para que resulte una democracia de verdad todo el mundo debe tener voz y voto pero me cuesta lidiar con el método asambleario por su inercia, su resistencia a ponerse en movimiento al tener que confrontar y contrastar las opiniones de mucha gente que quiere introducir en la agenda sus propios argumentos, objetivos y propuestas. Esto no es malo pero ha de regularse desde el principio: deben acordarse unas normas consistentes para que las discusiones no se eternicen, para que haya un límite a la cantidad de propuestas y, también, su naturaleza (¿es cierto lo de la propuesta del reiki en la educación pública?). Hay que definir los objetivos para poder definir las exigencias y el curso de acción. Por el momento, me parece que esto falta.
Como consecuencia de lo anterior, el esfuerzo se dispersa. Las reuniones se regularizan y se alargan y, aunque no hay una burocracia ni un aparato con tal nombre, el efecto es el mismo (y os lo digo yo que sé de lo que hablo en temas de partidos): no hay movimiento real hacia ningún punto, sólo discusión de documentos, comunicados y demás. El movimiento debe coalescer en unos cuantos puntos, cuanto más simples, evidentes y consensuados, mejor. Debe ser inclusivo en sus principios de exigencia de democracia y debe formar una plataforma permanente y sólida que dé imagen de consistencia y coherencia. Todo esto, claro, si se quiere tener la opción de ser tomados en serio y pasar de la imagen de lluvia de verano.
Terminaré diciendo algo: quiero creer. Quiero creer que es posible que las próximas generaciones cambien el país para mejor y que rompamos con las generaciones que, en el fondo, nos han cortado el futuro entre su corrupción y su catetismo. Es muy difícil pero hago el esfuerzo para creer. Ahora, para que esto tenga éxito, lo necesario es tomarlo con seriedad, aclararse la cabeza y asumir que esto no es una fiesta, es una toma de decisiones para cambiar nuestro futuro como país.