Desde principios de año estoy trabajando nuevamente en un laboratorio con carácter de becario. Supero el mileurismo lo justo para costearme el abono de transporte público y, naturalmente, no tengo las coberturas habituales de un trabajador asalariado, aunque mis jornadas laborales tampoco estén estipuladas. Vuelvo a tener unos ingresos en un concepto que, por otra parte, me resulta desagradable, a nivel profesional. Toda la flexibilidad, toda la falta de requerimientos estrictos de una jornada laboral se equilibra con las obligaciones no expresas de aprender sobre el tema de estudio para poder escribir una tesis, así que la jornada no termina cuando sales del laboratorio y tu tempo libre no es exactamente tal cosa.
Os lo voy a decir con todas las letras: no tengo el menor interés por escribir una tesis ni por conseguir el grado de doctor. Profesionalmente sería una especialización que, además, me restringiría todavía más y que me marcaría con un tema que es posible que no quisiera continuar como investigador.
Creo que hace tiempo que me quemé respecto a la investigación básica y no creo que merezcan la pena todas las horas invertidas en ello ni el esfuerzo para conseguir unos míseros resultados cuya relevancia sólo será medida de acuerdo a algo tan filisteo como un índice de impacto. Soy un mercenario de la ciencia, si, y estoy orgulloso de ello porque tomo mi labor como un profesional que se esfuerza en hacer su trabajo bien de acuerdo con unos criterios más o menos objetivos.
Sin embargo, desprecio el mundillo de la investigación académica: las publicaciones, los egos (desmedidos y heridos), las vendettas, los que se aprovechan del sistema, los dinosaurios... Me resulta indiferente y prescindible en mi vida. Sencillamente, creo que lo que cuenta Sonicando en su última entrada es la base de mis problemas, es actitud prepotente, paternalista y condescendiente (un tanto redundantes entre sí) que ha reinado siempre en la academia respecto a los investigadores noveles y cómo con el pretexto de lo vocacional se ha mantenido un régimen de precariedad y de, ¿por qué no decirlo?, amateurismo respecto a los predoctorales.
Me pesarán los años pero es que, además, no le veo sentido a los doctorados basados en tesis a estas alturas. Una tesis no supone para su lector nada más que el hecho de poder validar un cuerpo de trabajo para obtener el título de doctor, sin importar dónde empezase ni donde terminase. Sencillamente, ya no ocurre como hace años: el proyecto inicial puede no ser ni un vago recuerdo cuando se llega al último punto debido a la competición con otros grupos y a que, sencillamente, las cosas nunca se ajustan al modelo como se había planteado.
Lo admito abiertamente: estoy en contra del sistema: estoy en contra de los doctorados basados en tesis, estoy en contra del sistema de predoctorales como becarios; de los proyectos hiperambiciosos que luego se quedan en punto muerto; de los directores e I.P.s que le cuelgan la mierda a los becarios y les exigen resultados obcecándose en hipótesis que luego chocan con las evidencias; de las putas jerarquías entre los becarios; de la retórica del trabajo en equipo que se queda en la puerta de los laboratorios; de usar fondos públicos como si fuesen la calderilla particular; y estoy en contra de la falta de gestión, control y organización de los laboratorios. Estoy, sencillamente, harto de un mundillo y una forma de entender la ciencia que es de aficionados y en el que la profesionalidad es más un milagro que resulta de esfuerzos más allá del deber de unos pocos que lo añaden a sus responsabilidades reales.
Otros no sé pero yo quiero vivir de la ciencia como un profesional con dignidad profesional.