miércoles, 26 de agosto de 2009

On the Emmerald Island + Extra.

He pasado una semana de vacaciones en Irlanda, en Dublín, con mi sobrino, que trabaja allí y he vuelto con mucho mejor ánimo y un buen botín (¡ARRRRRRRRR!).

Mi Botín, sección libros. Encima, los cómics. A la izquierda, los libros de género negro. A la Derecha abajo, los de ciencia-ficción; y a la derecha arriba, los de humor.

Dublín en verano viene a ser como una ciudad del norte de España, sólo que con algo más de viento. La verdad es que la mayor parte del tiempo parece que verano sea una palabra que se les quede grande. Hay días soleados en los que el sol hasta calienta pero poco más. La humedad hace que esos días se hagan incluso desagradables y la lluvia... bueno, no alcanza a ser lluvia de verdad y, además, cae de lado, lo que hace los paraguas inútiles.
Como ciudad turística Dublín me causa sensaciones un poco encontradas. Monumentalmente posee dos estilos fundamentales: neoclásico a la inglesa y gótico irlandés. El primer estilo es lo que todo el neoclásico a la inglesa, una interpretación seca e ignorante de los estilos clásicos grecorromanos que hace que todos los edificios parezcan bancos (cuando los británicos descubrieron, allá por el siglo XVIII los edificios greco-latinos no vieron que originalmente tenían policromías, así que ni se les pasó por la cabeza decorar con un poco de pintura los frisos y otros elementos). No dejan de ser impresionantes, armoniosos y elegantes (como el Banco de Irlanda, el Ayuntamiento, la Casa de Correos, las Aduanas (Customs House), el Trinity College o unas cuantas de las iglesias que hay por allí) pero viniendo de Madrid, el neoclásico no impresiona.
El Gótico irlandés, por su parte, tampoco me acabó de gustar. Son, sobre todo, iglesias, como la catedral de San Patricio o Christchurch, y son estilizadas y se elevan con gracia sobre el suelo pero también resulta un estilo duro. Casi todos los edificios del estilo que he visto estaban levantados en una roca gris, supongo que de origen granítico, y en sus torres parecen combinar el torreón clásico hiberno-británico (con almenas, o un almenado, en los remates y todo) y el pico gótico por encima (mirad esta foto de San Patricio, en la que se aprecia lo que digo). Interiormente, como todo gótico, resulta espacioso y elevado, lo idóneo para alzar el alma hacia los cielos y todo eso. Sería injusto comparar el lugar con Florencia pero, en ese aspecto, también me ha resultado poca cosa.
En lo que no hay discusión es que Dublín es una ciudad con unos parques realmente impresionantes. Desde el pequeño (no tanto) que se halla junto a la catedral al enorme Phoenix Park, no tan grande como la Casa de Campo de Madrid pero suficientemente grande como para albergar poblaciones de cérvidos, pasando por el parque de St. Stephen's Green. Los parques son un elemento de la vida cotidiana de Dublín y realmente se aprecia un cuidado tremendo en ellos.
El resto del estilo urbano de la ciudad es... bueno, muy inglés. Se aprecia la ocupación y la influencia cultural sobre ellos: desde las casas pareadas hasta los trazados de las calles, pasando por la televisión, en la que sólo hay tres canales nacionales y el resto son británicos (el imperio Sky, Virgin, Comedy Central y otras cosas por el estilo). Lo del trazado de las calles, por cierto, es una puta mierda, ya que, por ejemplo, en Madrid, aunque el casco histórico sea revuelto, al menos sigue líneas rectas y es relativamente fácil orientarse, pero en Dublín las calles en curva hacen que dos calles cruzadas puedan terminar en extremos de un arco distantes doscientos o trescientos metros entre sí. Una pesadilla.

Una de las cosas de Dublín que llamará la atención al visitantes es que hay gente de todas partes allí. Pakistaníes en los mercadillos de 24 horas, chinos en las cocinas y empleos en los que no se les ve en España, polacos a puntapala (como taxistas, por ejemplo), algunos rumanos, franceses, españoles, italianos, malayos, caribeños de diferente pelaje... La composición de la población es bastante variopinta y cosmopolita pero la palma se la llevan los polacos, que han llegado a provocar debates parlamentarios sobre la adopción del polaco como tercera lengua oficial en el país.

Un artista caribeño o así. Hermes Conrad, muérete de envídia.
Por cierto, actúa los fines de semana en la esquina
de Grafton Street que da a St. Stephen's Green.

La gente tiene modales (si te bloquean el paso en la calle o en una tienda se escucha un "excuse me", normalmente) y el ambiente es agradable. Salvo cuando van pedo. En mi primera noche allí, unos tipos se cargaron la luna de un coche. Lo que tiene que haya una tienda de licores al lado de la casa de mi sobrino.
Lo que si resulta un contraste fuerte con Madrid es la cantidad de yonquis, su estado y su edad. Por la zona en que vivo en Madrid estoy acostumbrado a ver yonquis alguna vez, no es difícil en el centro de Madrid, pero los de Dublín llaman la atención por su juventud y que, por lo menos la mayoría de los que he visto, no tienen el aspecto de yonqui acabado que tienen por aquí. Eso quizás lo haga hasta más dramático, ya que es ofrece una imagen pero de vida desperdiciada al ser gente que podrían salir adelante en vez de mendigar por la calle. Mi sobrino, además, me comentó que esto era un efecto secundario de la relación tradicional de los locales con el alcohol. Su costumbre de tajarse hasta niveles atroces hace que se atrevan con más facilidad a darle a cosas más duras.
La novia de mi sobrino, por otra parte, me contó que había alguna cosa peor. Ella estuvo trabajando el año pasado en uno de los McDonalds de Dublín, el de O'Connell street, creo. Allí tuvo oportunidad de ver cosas peores que los yonquis: los niños. Con los índices de alcoholismo y drogadicción y que allí, si preñas a una, te casas con ella, los niños de los peores hogares son pequeños sociópatas. Son chavales que con 10 u 11 años no tienen redaños en liarse a tortas con los seguratas de los sitios y a los que pasar una noche en el calabozo no les asusta. Son pequeños salvajes que dan miedo (y, por lo que ví desde la terraza de mi sobrino, lo confirmo).

A los irlandeses, por otra parte, se les nota su orgullo por su cultura y su pasado. Las estatuas a los escritores celebres (Joyce, Wilde, Beckett...) son fáciles de ver y lo aprovechan como excusa turística a la primera de cambio. Es lícito.
Su National Gallery, por cierto, tiene una colección bastante decente. Os lo recomiendo como visita, aunque sea sólo porque es gratis y sirve para echar el día (hay urnas para donar pasta pero allá cada uno. Yo creo que el Caravaggio de el prendimiento de Cristo ya merece un par de eurillos). El Museo Nacional, sección Arqueología e Historia, también es una visita bastante interesante, sobre todo por la colección de oro y los restos vikingos (cuando uno ve cómo vivían, se alegra cada vez más de pertenecer al Mundo Romano).

Como conclusión me gustaría decir que Dublín es un sitio bastante agradable (salvo por el clima) y para pasar unas vacaciones es bastante recomendable, sobre todo por las posibles excursiones en cercanías a Dun Loireagh y otros sitios de la costa (si Madrid tuviese la costa de Dublín a 20 minutos...). Es ideal para tomarse las cosas con calma y descansar, apreciar el ambiente británico sin tener que tratar con los ingleses (en Cork todavía se les puede disparar con un arco a partir de las siete de la tarde, por cierto) y no pasar calor. Eso si, lo de comer está un poco encarecido.

Haciéndome el profundo en Dublín. De esto a ver la última de Coixet, un paso.
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Respondiendo a los comentarios sobre la entrada anterior, por cierto:

Min: hacer la pasta en casa mejora la receta bastante, aunque se tarda más, por el sabor más intenso.

Akatsuko: se puede rebajar la cantidad de chile pero entonces perdería gracia, para mi gusto. De todas formas, en eso no veo problemas.

Bichejo: la gracia está en usar brócoli pero, si te atreves, puedes probar a emplear otra verdura. Quizás con judías verdes o con judías de soja. De todas formas, la verduras son tus amigas, así que no me seas tiquismiquis.

lunes, 17 de agosto de 2009

Piérdele el Miedo a la Cocina I.

Hoy voy a comenzar una nueva serie de columnas con el propósito de difundir algunas de mis recetas de cocina y, sobre todo, convencer de que la cocina no es difícil a aquellos que le tienen aprensión o, simplemente, les da pereza.

Notas Introductorias:

Para meterse en la cocina, para empezar, siempre hay que partir de unas condiciones elementales:
-Tener reunidos todos los ingredientes.
-Disponer de los utensilios de cocina necesarios.
-Preparar la superficie de trabajo con aquello que se necesita a mano.
-Controlar los tiempos: es esencial para no acabar teniendo que manejar mil cosas a la vez.
-Aprovechar los tiempos de espera para limpiar los utensilios.
-Leer las recetas antes de comenzar a cocinar una vez, por lo menos.
-Seguir los Tres Principios de la mejora:
1. Partir de la receta y seguirla tal cual.
2. Comprobar resultados cambiando detalles menores.
3. Adaptar la receta a nuestro gusto.

Si no se tiene esa clase especial de torpeza que tienen algunas personas, con estas condiciones todo está listo para meterse en la cocina. Partiremos ahora de una receta sencilla pero polivalente.

Pasta con Bróccoli al Ajo y Chile (2 servicios).

Utensilios:
* denota opcional.
-Olla mediana (profunda, no ancha).
-Sartén grande (preferiblemente antiadherente).
-Rejilla para cocer al vapor (hay ollas para cocher al vapor pero yo uso una china de madera; más barata e igual de efectiva, sólo hay que colocarla encima de una olla con agua hirviendo).
-Tabla de cortar.
-Cuchillo de cocinero.
-Cuchillo para frutas.
-Cuchara para pasta (una especie de cuchara de plástico o metal con orificios para evacuar agua y dientes para atrapar fideos y spaghetti)
-Rodillo de amasar*.
-Jarra de medidas*.

Ingredientes:
-Pasta de buena calidad (la mejor calidad de la pasta contribuye a enriquecer la receta, que está montada para sacar lo mejor del producto; las diferencias en el sabor de una pasta hecha con una buena semolina son apreciables).
-100 gr de Semolina o harina de trigo duro*.
-50 gr de Sémola de trigo duro*.
-Un tronco de brócoli del tamaño de un puño.
-Uno o dos dientes de ajo (según si os gusta con más o menos ajo).
-Un chile: de la variedad picante que queráis; yo empleo chiles thais (Capsicum frutescens), un cultivar bastante potente.
-Aceite de oliva.
-Sal.
-1 Tomate fresco para salsas (mejor maduro y que no sea de los de ensaladas, normalmente son más duros)*.
-Queso Feta (un trozo de alrededor de 10x1,5x1,5 cm)*.
-Agua*.

Procedimiento:

1. Poner en una olla agua suficiente para cocer la pasta y algo más. Añadir un puñado de sal.
2. Trocear el brócoli en pedazos pequeños que se puedan comer de un bocado. Colocarlos en la cesta y poner ésta encima de la olla. El broccoli estará listo cuando tenga un color verde esmeralda brillante.
3. Mientras cuece el brócoli, poner dos cucharadas de aceite en la sartén. Picar los ajos y añadirlos sobre el aceite. Retirar el tallo verde del chile, abrirlo por la mitad y retirar las semillas y los hilos de tejido a los que están pegadas (son la parte que más picante concentra; este paso puede que queráis hacerlo con guantes, ya que la capsicina, el agente picante, se queda bajo las uñas y puede ser peligroso si uno se toca o rasca posteriormente). Picar el chile y añadirlo con el ajo y el aceite en la sartén.
4. Cocer la pasta cuando se haya terminado con el brócoli. La pasta debe quedar al dente (debe tener textura para masticarla), no pasada como en la mayoría de restaurantes en España. Cuando esté lista, colar y escurrir.
5. Colocar la sartén con los ingredientes al fuego. Calentar a fuego medio un rato, hasta que se empiecen a notar los vapores del ajo y el chile. Añadir el brecol y darle unas cuantas vueltas. No hay que dejar que el ajo se dore (por lo menos a mí personalmente no me gusta cuando está duro y crujiente porque el sabor se altera demasiado). Añadir la pasta por último y mezclar bien. Listo para servir. Ajustar con sal y pimienta al gusto.

Como opción alternativa a gastar el dinero en una pasta de buena calidad directamente, se puede también preparar la pasta. Para ello se disponen la semolina y la sémola, bien mezcladas y con un poco de sal, en un montón sobre la superficie de trabajo limpia, se hace un hueco en el centro (como un volcán) y se añade agua caliente. Se vierte la mezcla hacia el agua y se amasa con las manos hasta que quede una masa elástica y húmeda pero no pegajosa. Esta masa se trata con el rodillo de amasar hasta dejar una capa con un espesor más bien fino, sobre dos o tres milímetros.
De la capa de masa se sacan bocados con un vasito pequeño o algo similar de entre 2 y 3 cm de diámetro. Estos círculos se juntan en la mitad y se aplastan con los dedos formando una especie de orejilla o caracola abierta por un extremo. Cuando no quede espacio suficiente en la masa para sacar más bocados enteros, se aplasta la masa nuevamente y se repite el proceso. Cuando se tengan todos los que se puedan (o quieran) se ponen a cocer como cualquier otra pasta durante unos diez o doce minutos hasta que estén al dente.

Variantes:

-Variante Primera:
Se puede añadir el timate, troceado, en la sartén con el brócoli, el ajo y el chile. Se deja que se deshaga y se añade la pasta como préviamente.

-Variante Segunda:
Se procede como en la primera variante pero se añade, además, el queso feta y se deja que se deshaga. El resultado será una salsa más cremosa (y grasa) pero el queso elimina la necesidad de añadir sal.

Observaciones Adicionales:
Tanto los chiles como la cantidad de éstos que empleo son una cuestión de gusto importante y que puede modificarse en la primera ocasión en que se ponga en práctica la receta. En el caso de la receta tal cual corresponde a, en palabras de Ralphie Wiggum citado por mi amigo Al, "Sabe a fuego". Los chiles Thai, en efecto, son el cultivar con el segundo mayor grado de picante conocido.

lunes, 10 de agosto de 2009

Ironía

Visto en Madrid el 6 de Agosto de 2009. La calidad es la de la cámara de mi Nokia (mejor de lo que esperaba); los títulos son de los estrenos de las últimas semanas en Madrid y la composición... será la crisis.

lunes, 3 de agosto de 2009

Mater Natura vulpes est.

A raiz de uno de los últimos comentarios que he recibido, creo que era pertinente aclarar unas cuantas cosas sobre el Eje Central de la Biología, la Teoría Unificada que da consistencia a la interpretación racional de la observación humana de los seres vivos y su historia sobre la Tierra.

Empecemos por el error: Darwiniano, ergo, la supervivencia de los más fuertes.

No, no es así. Esa es la simplificación burda e interesada que se propagó durante cosa de casi un siglo (entre la publicación de la obra de Darwin y la consolidación de la Síntesis Neodarwinista en torno a mil novecientos cuarenta y algo). Las razones para este comentario no estaban tanto en la accesibilidad del argumento de la Selección Natural a las grandes masas como en apropiarse del concepto para impulsar lo que se conoce como darwinismo social, una perversión interesada de los argumentos científicos aplicables a la naturaleza para justificar la opresión del proletariado por la burguesía y los privilegiados de todo tipo. En el mundo de Julio Verne, contemporáneo con Darwin, no podemos olvidar que en las factorías y las minas estaba permitido el trabajo infantil, que en África, Leopoldo II, los belgas llevaban a cabo un genocidio y explotación de las poblaciones nativas comparable en dimensiones y falta de escrúpulos al que los nazis realizaron en sus campos de concentración y que, si bien el antecendente de la Solución Final al Problema Judio en Europa se halla en el Exterminio de los Armenios por los Turcos a principios del siglo XX (usando como coartada la caída del Imperio Otomano), los antecedentes del modelo de explotación y esclavitud se hallaban en el Congo belga.
Pero ¿podemos quedarnos ahí? De ningún modo: los movimientos de inmigrantes hacia América, la explotación de italoamericanos e hiberno-americanos (irlandeses, me parece mejor adjetivo) y todo el colonialismo adicional europeo, por no mencionar los rescoldos de esclavitud o el revisionismo histórico amparado por esta argumentación bastarda también forma parte de una sustitución, pretendidamente científica, del que fuera originalmente un argumento de origen teológico calvinista. Se buscaba justificar, de forma retroactiva, el status quo, cualquiera que fuese, de forma que aquellos que estuviesen en la cima se hallaban allí causalmente, ya fuese la predestinación dvina o caracteres seleccionados.
Sin embargo, los hechos son cosas tercas (John Adams dixit), y el señor Karl Marx demostró que un análisis económico de la política y la historia echaba por tierra tales argumentos. Los privilegiados de un momento histórico se encuentran ahí por la dialéctica materialista, la lucha de clases. La clase media, el jamón del sandwich, es siempre la que engendra la nueva clase privilegiada, pues aloja a aquellos con la formación educativa y el tiempo suficiente como para cuestionar su lugar en la jerarquía social.

En lo que respecta a la cuestión biológica, por otra parte, la cita es lo que, técnicamente, se califica como una gilipollez. Lo es porque no ayuda a entender nada acerca de cómo funciona la naturaleza, no aporta nada de valor científico y es evidente sin resultar informativa. Hay que volver al inicio, partir de los principios fundamentales del planteamiento de Darwin, para comprender cúal es la base de la historia de los seres vivos.

De forma esquemática, el argumento de Darwin se puede explicar por los siguientes postulados:
-Los recursos del medio ambiente son limitados.
-Los seres vivos presentan variabilidad entre los indivíduos de su descendencia.
-Los indivíduos competirán por los recursos del medio ambiente.
-Las diferencias entre los indivíduos pueden proporcionar ventaja en la competencia por los recursos.
-Aquellos indivíduos que presenten una ventaja en la competencia por los recursos tendrán mayor probabilidad de reproducirse con éxito y en mayor número.
-La descendencia de aquellos indivíduos que se reproduzcan con éxito heredará aquellas características que confieren la ventaja en la competencia por los recursos.

En el momento en que Darwin iba pergeñando estos postulados, le faltaba la justificación material de ciertos fenómenos, concretamente los de la herencia de los caracteres de los seres vivos (la genética), cosa que, más o menos cuando publicó, estaba desentrañando Gregor Mendel, un fraile agustino de la abadía de Brun (en Chequia, por entonces parte del Imperio Austro-húngaro), primero con conejillos de indias y luego (cuando se enteró su obispo), con guisantes (Pisum sativum; al parecer el obispo desconocía que las plantas practican el sexo también). A pesar de ese desconocimiento, Darwin había juntado las piezas que le dejaron otros naturalistas (Linneo y sus familias botánicas; Cuvier, con la anatomía comparada; Lyell con la geología; el caballero de Lamarck afianzando el transformismo) y recogido las suyas propias (en su viaje en el Beagle) y dio un nuevo paradigma científico, un modelo por el que la Historia Natural tenía sentido y coherencia.
Darwin explicó, indirectamente, porque las plantas se agrupaban en familias y sus órganos sexuales adquirían forma de insecto; cómo era posible que las extremidades de los murciélagos, las ballenas, los caballos, los seres humanos y los reptiles tuviesen el mismo número de huesos; cómo era posible que hubiese especies extintas y enterradas en los estratos geológicos. Darwin no mató a Dios pero se cargó el Génesis.

Dejando de lado a los putos pirados que se tragan el montón de mierda creacionista, Darwin mató el fijismo (la idea de que las especies existen y han existido siempre en su forma presente) y arrojó muchas dudas sobre la bondad de Dios. En la naturaleza según Darwin, las extinciones ocurrían porque Dios no tenía misericoria de su creación, las especies surgían y se transformaban de acuerdo con su adaptación al entorno en que se encontraban y el indivíduo no tenía valor por sí mismo, sólo por su función reproductiva. El universo según Darwin es un lugar frío y despiadado. Tan frío y tan despiadado que los fuertes perecen igualmente.
Los seres vivos son prisioneros del medio ambiente y tienen éxito sólo aquellos que pueden asegurar su supervivencia y reproducirse. No obstante, el entorno puede cambiar. Las evidencias estaban en la geología (las grandes extinciones y los fósiles que indicaban cambios drásticos). Ser el mejor ahora no significa nada y mañana puedes ser el tesoro de los futuros paleontólogos. Toda especialización conlleva una muerte lenta. Pero la naturaleza juega siempre con los dados cargados: la reproducción sexual es donde nuestra Magna Mater hizo trampa. Los seres vivos de reproducción sexual llevan siempre dos dotaciones cromosómicas, lo que significa que cada locus (gen) tiene dos copias.
Darwin no lo sabía pero intuía que existían esos factores hereditarios, ya que la descendencia no era uniforme, ni siquiera tras generaciones de cruces óptimos, y, además, los cruces entre machos y hembras significaban que siempre había una dilución de los caracteres óptimos. Su trato con criadores profesionales de caballos de carreras y perros de caza se lo dejaron claro. Lo que ocurre es que cualquiera de las formas de citar a Darwin tiene un error significativo. "La supervivencia de los más aptos." No es así. Nunca ha sido así. Mami no sólo hace trampas. Es prestidigitadora y nosotros somos tan gilipollas que miramos siempre la mano equivocada porque creemos saberlo todo.

La mayoría de la población africana entre las franjas tropicales es portadora en heterocigosis (esto es, posee una sola copia) del gen de la anemia falciforme (los eritrocitos, hematíes o glóbulos rojos tienen forma de hoz). Esto supone una eficacia reducida de su sistema circulatorio y su sangre pero, casualmente, son más resistentes al plasmodio de la malaria, que tiene la mala costumbre de alojarse en los eritrocitos para reproducirse y completar su ciclo vital. Una deformidad que conlleva un problema de salud y en homocigosis es prácticamente letal. ¿Habéis visto dónde escondía la Madre Naturaleza su carta?
Nunca se ha tratado de la supervivencia de los más fuertes ni de los más aptos ni de los más nada. A mamá siempre la ha bastado con que a sus hijos les vaya, simplemente, así así, con ir tirando, con un día más y un par de nietos. La Selección Natural es sólo un umbral de tolerancia que, en más de un caso, no es tan restrictivo como parece. No hace falta ser perfecto, sólo seguir vivo y tener hijos. De hecho, existe la Selección Sexual, el sesgo a favor de la reproducción de aquellos que presentan unos caracteres no estrictamente relacionados con la supervivencia, sino con mayor atracción de las parejas reproductoras: a veces el musculitos tiene las de perder.
A la hora de considerar la genética de poblaciones, la rama de la genética que se ocupa del estudio de la composición genética de las poblaciones a nivel estadístico, la Selección Natural asigna valores de fitness o eficacia biológica en los que la descendencia aportada es fundamental. Si no se tiene descendencia, por muy fuerte o inteligente o rápido o ágil que se sea, para la naturaleza no se vale nada. Mirad a vuestro alrededor y comprenderéis que, biológicamente, la mayoría de la gente que conocéis no vale nada, para la naturaleza. Es más, en este mismo contexto de los números puros y duros, se comprueba que la Selección Natural ni siquiera es el único mecanismo en juego en la evolución. Hay un pequeño fenómeno llamado Deriva Genética que opera en las poblaciones y se basa en que los cruzamientos que ocurren entre los indivíduos no son todos los cruzamientos posibles. Por azar y circunstancias, no todos los indivíduos tienen hijos con todas las parejas con las que podrían, de forma que la composición de las poblaciones no está condicionada exclusivamente por su grado de adaptación al medio.
Además, como dijo Al Capone, los accidentes ocurren. ¿Qué ocurriría si, en un determinado momento, un volcán estallase y se cargase al 95% de la población de un ave concreta con un plumaje que le permitiese camuflarse y escapar a sus depredadores? ¿Podría el 5% restante ser determinante en la población de ese ave? No necesariamente, se produciría un Efecto Cuello de Botella y la proporción podría quedar alterada en el sentido opuesto para el resto de la historia. Pongamos también por caso, por ejemplo, que una isla vacía fuese colonizada por unos insectos con caparazón rojo y verde en proporción 8 a 2 de los que, en el continente, los rojos serían la presa favorita de las aves, por visibles. ¿Qué sucedería? Salvo que las aves colonizasen la isla también, los insectos rojos dominarían la población de la especie por el Efecto Fundador. La Deriva Genética no es más que la conclusión de la aplicación de los números a los seres vivos y su distribución en fenotipos (la manifestación física y fisiológica del conjunto de los genes de un indivíduo, el genotipo; lo que es lo mismo, el conjunto de caracteres de un indivíduo de una especie) y los números son amantes crueles.

En las discusiones a partir de los años 40 del siglo XX para llegar a una conclusión sobre el elemento determinante en la evolución de las especies (la Selección Natural o la Deriva Genética), después de la formación de la Síntesis Neodarwinista, no se pudo llegar a un acuerdo. La tostada acerca del valro de la Selección Natural sigue presente hoy a nivel de la distribución de los alelos (las variantes en que se puede manifestar un gen, por ejemplo: color de ojos). A nivel básico, toda la Selección Natural operaría por la selección de aquellos genes que dan lugar a proteínas cuyo fenotipo redunda en un carácter concreto del indivíduo. La mayoría de caracteres, sin embargo, son más complejos que el color de ojos y suelen ser cuantitativos y/o poligénicos, lo que complica, aumentando el número de factores, escoger aquellos genes positivos y negativos de forma independiente, ya que, a nivel físico, el DNA se reparte en cromosomas, que actúan como paquetes coherentes que no se trocean hasta una escala tan pequeña como el gen específico. Heredar un gen con un alelo beneficioso puede significar heredar otro gen con un alelo defectuoso que va ligado. Otro jueguecito de la Mater Natura: la Caja Sorpresa.
En esencia, una de las consecuencias que todo esto tiene es que hay discusiones acerca de si, en realidad, hay tanta Selección Natural a nivel molecular. Salvo excepciones muy honrosas, como la RUBISCO (Ribulosa Bis-Fosfato Carboxilasa, la enzima fundamental de la fijación del carbono inorgánico, como dióxido de carbono, en carbono orgánico, como monosacáridos o azúcares sencillos formados por los vegetales), una gran mayoría de las enzimas/proteínas de la naturaleza no son perfectas, tienen un rendimiento físico-químico por debajo del óptimo. Todo eso, por lo que mencionaba acerca de los cromosomas y el ligamiento de los genes entre sí, conlleva que no se pueda reconciliar una selección estricta en relación a las moléculas. El debate entre las posturas seleccionistas y neutralistas todavía se mantiene pero resulta imposible reconciliar una postura en la que se afirme un seleccionismo estricto con las evidencias observadas, sobre todo en relación al tiempo disponible. La Selección Natural lo tendría muy difícil para operar cada cambio de forma independiente: no podría cambiar un gen sin cambiar otro antes y así sucesivamente. No cuadran las cuentas. Además, la Naturaleza aborrece la normalidad: las poblaciones uniformes desaparecen casi sin remedio. Sólo aquellas especies con poblaciones diversas con opciones de acomodarse a un cambio en el medio prevalecen y los escogidos lo son siempre por azar. La vida es el resultado del Azar y la Necesidad.

P.S.: me he estado dedicando a pasar por el procesador de textos, revisar y modificar viejo material que había hecho para partidas de juegos de rol. No sé si sacaré algo de ello pero debo decir que algunas de las cosas que tenía por ahí no estaba mal, la verdad.